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Destape en la Casa Blanca

21 de agosto de 2018

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En su preferido medio de comunicación —twitter —, el presidente Donald Trump la había llamado “perra”. Sin embargo, un día antes, había admitido que le gustaba tenerla en la Casa Blanca porque “solo decía grandes cosas” sobre él.
Así se expresaba el presidente estadounidense respecto a una mujer, Omarosa Manigault Newman, su exasesora, que fue despedida de sus funciones.
La historia —muy reciente por cierto— ha producido un destape en la Casa Blanca, luego que saliera a la luz un libro de Omarosa, “El Aprendiz”, con la transcripción de grabaciones (que pueden llegar hasta 200) y donde, según ella, aparece la verdadera cara de Trump, a quien acusa de racista.
Recordemos que esta mujer negra fue destituida de su trabajo en la Casa Blanca en diciembre pasado, y ahora parece decidida a llegar hasta el final en lo que sus admiradores califican como “un acto heroico que destapa el verdadero rostro del Presidente”.
Entre sus acusaciones está la de “tratar con inferioridad a los negros” y hasta asegura que en una de las grabaciones se escucha en voz de Trump la palabra nigger (negrata), considerada muy peyorativa en Estados Unidos. La Sra. Newman, de 44 años, ha difundido al menos cuatro grabaciones secretas del mandatario o personas de su entorno. Ha amenazado con tirar de la manta para desenmascarar la “corrupción” en la Casa Blanca, señala BBC Mundo.
Luego de esta revelación, “los nervios están a flor de piel entre los trabajadores de la residencia presidencial”, acota la citada agencia, que luego reseña que “Newman ha ido dosificando sus ataques feroces al presidente y sus bombas informativas. Ha dominado durante varios días el ciclo de noticias de 24 horas, como tanto le apasiona a Trump. Ha atacado sin piedad y, ante cada respuesta de sus rivales, ha elevado el tono. Y ha jugado con el miedo de las amenazas: nadie sabe cuál será su siguiente paso, si es que lo habrá, pero ella deja caer que no piensa rendirse”.
Es esta una de las tantas historias —grandes y menos grandes— que surgen del ir y venir del presidente Donald Trump, desde su irrupción en la política y su nominación al frente de ese gran país.
Es curioso —pero real— que en casi todas las confrontaciones del magnate con sus subordinados, con medios de difusión, periodistas y otros sectores de la sociedad estadounidense, Trump utilice ofensas, adjetivos vetados para esa sociedad e, incluso, “malas palabras”. También es usual, como en el caso que nos ocupa, que un día después vuelva a los twitter con expresiones contrarias a lo dicho antes.
El fenómeno —mediático y psicológico— es digno de estudios profundos, porque, como son tantos los deslices que comete, lo que aseguró hoy puede no existir mañana para la sociedad estadounidense saturada de este tipo de diatribas.
Podría preguntarse: ¿será un plan premeditado? ¿será un estilo de trabajo inusual y poco ético? ¿o solo un juego matemático entre el hombre de los miles de millones y quienes votaron por él en los comicios?
Con el resto de la población de su país Trump no tiene compromiso alguno y por tanto, hoy, mañana o dentro de una semana, nuevos destapes pueden ser tratados por el Presidente con la misma lógica del twitter y las mismas respuestas…

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