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Después de Trump

22 de enero de 2021

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Uno es reticente a pensar que Joe Biden será peor que Donald Trump como presidente de Estados Unidos, pero todo es posible cuando se trata del establishment que es el verdadero poder en la principal potencia militar y económica del mundo, aunque muy atrasada en materia social,

Por extensa no vamos a hacer una lista de todas las trapacerías del magnate que no declaraba impuestos y ahora se dice arruinado, pero no puede eludirse que le deja a su sucesor una mala atendida epidemia de la COVID-19, con sus más de 400 000 muertes y millones de infestados –centro mundial del mal–, una sociedad peligrosamente dividida, con fanáticos que han asaltado hasta el Capitolio Nacional, entra tantas taras.

Con Cuba ya conocemos una enorme cantidad de medidas adicionadas en estos últimos días para hacer más violento el bloqueo, que ha congelado virtualmente las relaciones restablecidas en diciembre del 2014.

De todas maneras, y pese a todo, Cuba está preparada para seguir resistiendo, independientemente de que el actual mandatario pueda tener alguna que otra buena intención, porque lo difícil es darla a conocer y que se cumpla.

José Martí, nuestro Apóstol, aunque alabó siempre el ideal libertario norteamericano, supo prever como nadie el papel imperial agresor de Estados Unidos.

En la Opinión Nacional de Caracas señala que “los Estados Unidos, que nacieron de padres que emigraron de su patria por exceso de amor a la libertad y austeridad en la virtud, se inclinan a mancillar esta valiosa herencia, compeliendo a pueblos menores que exista en el provecho y acomodamiento de la Unión Americana”.

Quedaban atrás los conceptos de la Declaración de Independencia, el 4 de julio de 1776, documento que proclama la disolución de los vínculos coloniales de Norteamérica con el gobierno imperialista de Inglaterra.

Pero antes, el 7 de junio, Richard Henry Lee, quien hizo el primer llamamiento por un congreso de las 13 colonias, introdujo en el Congreso Constitucional de Filadelfia, una resolución en la que se expresa que “estas Colonias Unidas son, de hecho y de derecho, Estados libres e independientes, que están exentas de toda obediencia a la Corona británica, y que toda conexión política entre ellos y el Estado de Gran Bretaña es, y debe ser, totalmente disuelta”.

Pero lo cierto es que esta resolución y, en general las redacciones de la Declaración fueron modificadas por los miembros del Congreso de forma “deplorable”, como lo llamó Thomas Jefferson.

No aprobaron la denuncia de Jefferson a Gran Bretaña por haber alentado y apadrinado el comercio esclavista. Hicieron 86 modificaciones y eliminaron 480 palabras y adoptaron el documento que fue entregado a un impresor, John Dunlap, quien perdió la copia original.

Hay muchas cosas que escribir, pero, en general, un pueblo como el norteamericano no merece la política que recibe de sus gobernantes, que imponen un criminal bloqueo a Cuba y obstaculizan y prohíben los contactos de sus ciudadanos con los cubanos.

Los cubanos hemos rechazado siempre las aspiraciones expansionistas de Estados Unidos y apreciado los valores humanos y emprendedores de su pueblo.

Por eso admiramos el Estados Unidos de Lincoln, Twain, Clara Barton, Henry Reeve y Martin Luther King, como rechazamos con todas nuestras fuerzas el de Cutting, Monroe, Rambo y, por supuesto, Donald Trump.

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