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Desmontaje en Hong Kong

30 de junio de 2015

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A pesar de los gritos y pataletas de Occidente, las autoridades chinas no se anduvieron por las ramas y acaban de dar una importante e impactante respuesta a la conjura montada en Hong Kong por los enemigos de la República Popular China.
Así Beijing enfrentó métodos opositores que planeaban desde el debilitamiento de la imagen gubernamental, hasta la fractura institucional.
Como en hechos orquestados por Occidente en otras partes del mundo, en Hong Kong se generó y promocionó un clima de malestar social con denuncias sobre corrupción, rumores y creación de matrices de opinión recogidos por la prensa internacional.
Después se acusó a las autoridades administrativas de totalitarismo y no permitir la libertad de expresión, con el fin de preparar el próximo paso, lo más sonado: se sacó a una parte de la población a las calles, en exigencia de soluciones a problemas de seguridad y económicos, además de pedir libertades políticas, generando paralización de la vida cotidiana, agravado con ataques a instituciones públicas.
Además de buscar la imagen sobre la supuesta ingobernabilidad del lugar, se daban pasos agigantados para generar una guerra civil.
Pero para los reaccionarios, lo que hizo efecto en otras partes del mundo, en Hong Kong les fue imposible.
Porque tal panorama fue creado y ejecutado con éxito en Ucrania y Siria, como parte de la conspiración occidental contra la denominada Ruta de la Seda que, según el analista Raúl Zibechi, “es una de las vigas maestras del nuevo orden mundial, ya que en los hechos, la Organización de Cooperación de Shanghai es un desafío al liderazgo estadounidense en una región donde cada vez tiene menos influencia”.
Hoy, a casi un año de su comienzo, se puede decir que el intento de la llamada Revolución de Colores ha fracasado en Hong Kong.
Ha sido desarticulada la contrarrevolución orquestada por grupos políticos internos y externos, alentados por servicios de inteligencia occidentales.
Fue comprobado fehacientemente que sus líderes participaron en un seminario en el Centro Hong Kong-America, especializándose en actividades desestabilizadoras, algo semejante a lo que se ha hecho con grupos opositores a los gobiernos de Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia.
EE.UU. tomó a Hong Kong como área de confrontación, a fin de distraer a Beijing de participaciones extramuros y generarle daño de credibilidad en el respeto a los derechos humanos, que suelen ser los argumentos esgrimidos contra los enemigos de Washington.
Pero la cosa  no le salió bien al Imperio, que ahora emprende nuevas acciones para enfrentar la alianza entre Rusia y China, lo cual es una clara evidencia de sus pretensiones hegemónicas.
Por el momento, todo conspira contra Washington, porque la alianza augura la construcción de un gasoducto para proveer gas ruso a China, como una manera de asegurar el suministro energético para la industria y la población.
Decisión que diversifica el mercado para la energía rusa, sometida a presiones de sus compradores europeos, en el marco del conflicto con Ucrania y las injustas sanciones económicas promovidas por Estados Unidos y cumplidas por sus aliados europeos.

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