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Desesperación imperial en Afganistán

15 de diciembre de 2020

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Luego de haber utilizado la táctica de mantener al Talibán en conversaciones para mostrar una falsa política de paz, Estados Unidos vuelve a arremeter contra la nación que agredió e invadió en el 2001, bajo el pretexto de combatir el terrorismo.

El fallecido Zbgniew Brzezinski, ex consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, se vanagloriaba de haber creado “el terrorismo yihadista y no me arrepiento… ¿Qué es lo más importante para la historia del mundo? ¿El Talibán o el colapso del imperio soviético?”

Pero el Talibán se niega a aceptar el epíteto que le han endilgado los medios occidentales, al afirmar que no utiliza a suicidas y mucho menos contra la población civil, y que sus ataques van dirigidos contra objetivos militares de los invasores norteamericanos y sus aliados europeos, así como contra el régimen impuesto por Washington en Kabul.

Dirigentes talibanes han expresado que los recientes atentados contra civiles es una estrategia de EE.UU. para asumir posiciones de fuerza en pláticas difíciles de concluir satisfactoriamente.

Asimismo, apuntan que sus hechos pueden haber sido provocados por elementos del Estado Islámico y de Al Qaeda, aparentemente combatidos por el Imperio, pero que, realmente, ayudó a crear y utiliza en estos momentos contra el Talibán, conociendo que este grupo es antagónico de los otros.

En este contexto, unos 3 000 integrantes del Estado Islámico fueron trasladados desde Siria a Afganistán para que se enfrentaran al Talibán, además de que ya lo estaba haciendo Al Qaeda, a la que siempre EE.UU. vinculó noticiosamente con los atentados a las Torres Gemelas, lo cual justifica una mayor agresión a las zonas por donde se desplaza el principal grupo insurgente, más de la mitad del país.

 

Advertencia talibana

Los rebeldes talibanes advirtieron al EI que no intente asentarse en su país, después de los enfrentamientos con sus combatientes en el este. “La yihad contra los estadounidenses y sus aliados debe librarse bajo un único estandarte”, afirmó el jefe de la organización, Atar Mohamed Massur, quien fue ministro bajo el régimen de los talibanes en Kabul (1996-2001).

“Que Dios nos preserve de ello, si tomaseis decisiones a distancia, perderíais el apoyo de los eruditos, de los muyahidines y de los simpatizantes”, recalcó en un texto publicado en dar (persa afgano) y pastún, las dos lenguas oficiales de Afganistán, pero también en árabe y en urdú (lengua de Paquistán).

“Para defender los logros, el Emirato Islámico de Afganistán (como se autodenominan los talibanes) se vería obligado a reaccionar”, advirtió.

El analista Colín Colman, responsable de programas del Instituto de la Paz de Estados Unidos, afirmó que la presencia del Estado Islámico en Afganistán está aún “muy localizada”.

No obstante, en los últimos meses han aumentado los informes que apuntan a un control territorial del EI en zonas de Nangarhar, donde han llevado a cabo ejecuciones de “espías” y “traidores” y han practicado casamientos forzosos de mujeres y niñas con combatientes. Igualmente, entre las normas impuestas por el Estado Islámico se encuentran el cierre de medio centenar de escuelas o la prohibición a las mujeres de salir a la calle sin ir completamente cubiertas o sin un acompañante varón. Por supuesto, no ha faltado la difusión de vídeos con ejecuciones atroces.

La población afgana en general considera que las tácticas difundidas como propaganda son una práctica antiislámica. El experto Borhan Osman, del Afghanistan Analysts Network, aseveró que “en lugar de mostrar una población que les apoya, las imágenes (que difunden) muestran a un pueblo aterrorizado”. Este analista concluyó que “es difícil imaginar una base de apoyo popular” al Estado Islámico en Afganistán, porque su idea del califato no cala en las comunidades locales.

De todas maneras, no hay que ser muy ducho para comprender que EE.UU., aunque no pueda logar una victoria en Afganistán, no quiere tampoco ser derrotado por un Talibán con el cual no podría establecer nexos de dominación ni control geoestratégico para sus planes de dominio en la región.

Es muy sospechoso que no se haya reportado ni un combate de los ocupantes con el EI, que ya, tranquilamente, ha logrado establecer una emisora en la región de Nangahar.

Mientras tanto, el apoyo popular a los talibanes sigue aumentando, por lo que EE.UU. sigue utilizando métodos que muestran su desesperación.

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