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Deseo y realidad

20 de abril de 2016

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Coincidiendo con el primer paso en firme de los golpistas en la Cámara de Diputados para derrocar “blandamente” a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, el candidato presidencial por el Partido Demócrata norteamericano Bernie Sanders expresó su desacuerdo con la política que lleva a cabo Estados Unidos para eliminar a los gobiernos progresistas latinoamericanos.
No sé si Sanders mantendrá su criterio y tratara de llevarlo a cabo si llegara a la Presidencia, pero no habría duda de que el establishment gobernante torpedearía cualquiera de sus deseos al respecto.
Y es que EE.UU. es incapaz de perdonar los esfuerzos honestos para que América Latina dejara de ser su patio trasero”, algo que tuvo su inicio con la Revolución Cubana, y que décadas después, mediante los instrumentosde la democracia burguesa, llegaron a extenderse en varias naciones del Centro y Sur del continente.
Algunos procesos pudieron ser abortados, como en Paraguay y Honduras, pero se mantuvieron latentes en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y Uruguay, asícomo en Nicaragua y en menor medida en El Salvador.
Pero con el control mediático y económico, los nuevos métodos golpistas elaborados y puestos en práctica por el Imperio, hicieron que la derecha lograra por el voto controlar la Cámara Nacional de Venezuela, llegar a la presidencia en Argentina, impedir una nueva postulación de Evo Morales en Bolivia y comenzar el proceso de enjuiciamiento político a Dilma Rousseff, con el fin de defenestrarla.
O sea, una ofensiva total que va teniendo éxito, aprovechando inconsecuencias de los procesos progresistas y la traición de personajes ligados al poder devenidos mercenarios.
Egoísmo y corrupción en pleno auge, como diría el cantante español Joan Manuel Serrat, que niegan los avances que se han producido en Latinoamérica en los últimos años.
Gracias a la liberación de algunas de las ataduras imperiales, en Latinoamérica y el Caribe más de 70 millones de personas salieron de la pobreza; la tasa de mortalidad de menores de 5 años se redujo en un 69%, la desnutricióninfantil disminuyó de 12,5 millones a 6,3 millones, la matricula en la educación primaria aumentó a 95,3%.
Empero, a pesar de los esfuerzos, la regiónsigue siendo la más desigual del mundo, donde 82 millones de personas están en la miseria, 21,8 millones de niños y estudiantes están fuera de la escuela o en riesgo de abandonarla y cuatro millones no fueron registrados al nacer, por lo cual no existen oficialmente; y 564 niños menores de 5 años mueren cada día por causas evitables.
El problema reside en parte en que los gobiernos progresistas reflejan en general concepciones alternas al capitalismo, pero esto es en teoría, porque transitan contradictoriamente entre políticas públicas dirigidas a segmentos de bajos ingresos y el sistema capitalista global regido por el mercado.
De una forma u otra con imperfecciones, ha sido la primera vez en la historia que tantos gobiernos latinoamericanos se hayan alejado de los dictados de la Casa Blanca, y Estados Unidos no lo puede admitir.
Cierto que, como en Brasil, la baja de las exportaciones, la agudización de la crisis económica y el consiguiente alza del desempleo coadyuvan a la desestabilización, pero ésta no sería tan “mortal”, si no fuera por la mano oculta de Washington y diversos elementos reclutados por la Agencia Central de Inteligencia, políticos corruptos y quintacolumnistas locales.
Así, EE.UU. pretende regresar a un pasado en el que las multinacionales y los bancos estadounidenses dominaron y dictaron la política imperial, con la siempre omnipresente injerencia de la CIA y más amainada la de las fuerzas militares, en aras del denominado golpe blando, que tiene igual objetivo.

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