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Desde el exterminio cruel al “blando”

16 de abril de 2021

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La población indígena del continente ha sido mermada de diversas maneras, en las cuales se incluyen el exterminio masivo, el lento de morir de hambre y enfermedades, el de la asimilación a otras razas y el estudiado y taimado del reduccionismo.

Desde la llegada de los primeros colonizadores al continente la población indígena vio mermada sus filas, mientras los conquistadores saqueaban sus riquezas, se apropiaban de sus tierras y trataron de eliminar sus diversas culturas.

Tantos siglos de explotación sólo tuvieron un caso en que el grupo dominante no pudo hacer de las suyas, y fue no hace mucho, cuando Evo Morales se convirtió en el primer presidente indígena de la historia, a quien luego trataron de defenestrar, pero las aguas no son las mismas y, de una manera u otra, volvieron a su cauce en la nación suramericana.

En países vecinos continuaban siendo reprimidos los mapuches en Chile y en Argentina, y otras etnias en Paraguay y Perú, todo con el fin de no devolverles las tierras que les pertenecen desde tiempos ancestrales.

También ha sido cruel la matanza de líderes indígenas en Colombia, mediante masacres que nadie detiene, como la de exterminar la población india en las crueles guerras civiles de Centroamérica, donde, a pesar de todo, siguen levantadas formidables arquitecturas que indican lo glorioso de su pasado.

En México, la población indígena llegó a levantarse en armas, contribuyendo a la independencia del país, pero luego fue relegada hasta la actualidad, en la que se le trata de dar una mejor atención.

Página aparte merece lo que pasó en el norte del continente, donde la bota extranjera fue puesta sobre los habitantes originarios desde que llegaron los primeros “pilgrims” o peregrinos, en fecha que sólo se celebra por los “civilizados” el cuarto jueves de noviembre.

Más para acá en el tiempo tuvo lugar el masivo asesinato de la población india para expulsarlos o confinarlos, mientras treinta millones de blancos libraban guerras y avanzaron incontenibles hasta la región del Pacífico.

Todo esto envuelto en una meliflua propaganda para edulcorar la vida de los que no resultaron muertos por la barbarie en nombre de la civilización blanca, a la que se adherían sumisamente los sobrevivientes de la masa de esclavos negros y asiáticos llegados al país.

No sé si el amable lector llegará hasta estas líneas, pero quiero que recuerde como la propaganda norteamericana presenta a los emigrantes llegados del ex campo socialista como delincuentes, jefes de una sanguinaria mafia, etcétera.

Al indio americano, por no decirle norteamericano, se le ha dado un trato similar y, generalmente, lo colocan en papeles de matones y sicópatas genocidas, entre otras “bondades”.

Como anécdotas edulcoradas para comercializarlas. presentan a jefes indios que lucharon real y valientemente para que su raza no fuera exterminada, así como a las buenas gentes autóctonas que pelearon entre sí, con el fin de proteger al blanco que les esclaviza.

Pero la realidad es otra, y muy alejada de libros presentados para provocar gestos lacrimógenos –de lágrimas.

Exaltan a personajes como Buffalo Bill, quien encabezó la matanza de bisontes para que los indios no aprovecharon su carne, mientras, tras someterlos a la fuerza, los 300 000 indígenas que quedaron vivos fueron repartidos en 50 reducciones o reservaciones, o sea, territorio de poca extensión, arrancados de sus tierras originarias.

Se crearon otras docenas de reservaciones, pero muy poco se cumplió la promesa oficial de repartir la tierra en propiedades individuales.

La historiadora Alice Fletchar relata que “se reparte entre los indios lo que el Congreso manda para dar para alimentos, porque esto pasa por muchas manos, y en cada una de ellas se queda algo de este comercio; pero lo que se da para escuelas, no se reparte. “.

Y esto lo apoyaban, el subinspector de las escuelas de indios y los autores de los proyectos de reformas de las reducciones en el Congreso.

Incluso miraban con lástima al defensor de los indios Erasmus Brooks: “¡No hay vicio suyo de que no seamos responsables! ¡No hay bestialidad de indio que no sea culpa nuestra! ¡Mienten del indio los agentes interesados en mantenerles embrutecidos bajo su dominio!”.

Esto lo corrobora nuestro Apóstol, José Martí, lo cual es recogido en el Tomo 22, de la Edición Crítica del 2010, página 28:

“El gobierno lo envilece con su sistema de tratados que lo condenan a la inercia y al vicio, y la rapacidad de los agentes del gobierno mantiene a éste en un concepto falso del indio, o le oculta la causa de su corrupción y rebeliones, para continuar mermando a sus anchas los caudales que destina el Congreso a mantenerlos”.

Este exterminio “blando” aún se mantiene.

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