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“Derechos humanos”: manipulación y falacia

18 de julio de 2019

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El tema de los “derechos humanos”, hasta entonces marcado por cierta seriedad y respeto, comenzó a desprestigiarse y politizarse –al parecer definitivamente– cuando a partir de la década de los 70 el gobierno imperialista de Estados Unidos lo relacionó como socorrida arma para la lucha política e ideológica internacional en medio de la llamada “guerra fría”, que en esos momentos no era tan fría pues se llevaba a cabo en su mayor dimensión la guerra de agresión yanqui contra el pueblo vietnamita con todas las horribles y crueles consecuencias para ese pequeño país.

Las sistemáticas violaciones de derechos humanos sin precedentes hasta aquellos instantes, como los salvajes bombardeos con agentes químicos y defoliantes cuyas consecuencias aun padece la población vietnamita, eran convenientemente ocultadas Washington y otros capitales europeos, como también por los grandes consorcios de la información en esos predios con la honrosa excepción de unos pocos periodistas honestos, como el australiano Wilfred Burchett.

Tuvo que terminar aquella contienda con la derrota de la agresión imperialista y la bochornosa retirada de las tropas ocupantes yanquis para que pudiera empezar a conocerse la terrible realidad y saliera a relucir4 cuál era la verdadera situación de los “derechos humanos” que los intervencionistas y sus títeres de Saigón decían proteger.

No siendo suficiente con haber quedado desenmascarado en aquella ocasión, el imperialismo norteamericano, valiéndose de los medios diplomáticos, políticos y mediáticos a su servicio, sigue enarbolando cuando le conviene y puede sacar ventajas su desgastada bandera de los “derechos humanos” y la utiliza a su antojo también para encubrir las muchas violaciones propias, tanto dentro de Estados Unidos como parte de sus fuerzas intervencionistas en el exterior.

Una característica de las más terribles violaciones a los derechos humanos por los gobiernos imperialistas de Estados Unidos desde hace tiempo es su carácter masivo, donde sobresalen las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki y le suceden los bombardeos aéreos contra las ciudades yugoslavas y contra poblaciones civiles numerosas de Iraq, Libia, Afganistán, Siria o Yemén.

A ellas pueden sumarse las violaciones individuales o personales, expresadas en los atentados, crímenes, secuestros y torturas como los evidenciados en la Operación Cóndor, patrocinados y auspiciados por las distintas variantes de terrorismo de Estado puestos en práctica.

Todo eso y mucho más nos viene a la mente cuando conocemos que el recién emitido informe sobre los derechos humanos en Venezuela oculta de manera selectiva e intencional todo cuanto pueda demostrar el respeto y el cumplimiento de esos derechos por parte del gobierno constitucional –incluidos los numerosos y extendidos programas sociales– ignorando las acciones terroristas, desestabilizadoras e ilícitas perpetradas por los grupos que dicen llamarse “de oposición” y que son financiados por gobiernos extranjeros de forma abierta.

No es necesario ser muy suspicaz para adivinar qué mano puede estar detrás del informe de la Alta Comisionada; el Movimiento de Países No Alineados –mayoritario dentro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU– lo ha rechazado por inconsistente y parcial. Venezuela ha quedado con la frente alta y la conciencia limpia.

La manipulación y la falacia establecida por los gobiernos imperialistas de Estados Unidos pretenden seguir prevaleciendo y politizando el tema de los “derechos humanos”, a su conveniencia y antojo.

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