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Del catarro a la tuberculosis…

27 de marzo de 2014

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… nada más que hay un paso, decía una propaganda en la época capitalista cubana para aumentar las ventas de un “específico” -así llamaban a la medicina- para combatir este mal muchas veces indetectable, descuidado y a la postre mortal. Aun no se conocía mucho sobre el cáncer, ni la penicilina y, según datos que había hallado en la desaparecida Biblioteca del Liceo (hoy Casa de la Cultura) de Jatibonico, en la segunda mitad de la década de los años ’20 del siglo pasado, la cuarta parte de la población de la entonces localidad camagüeyana -¡25%!- padecía la enfermedad.
De ahí que la dictadura batistiana hiciera énfasis propagandístico en la construcción de un hospital con mil camas en Topes de Collantes para los enfermos de tuberculosis, aun insuficientes en aquel tiempo, y al que algunos, para poder acceder, debían mostrar lealtad al tirano con su cédula electoral, principalmente.
Pero con el triunfo de la Revolución, la salud se convirtió en un derecho gratuito para todo el pueblo, en el contexto  del cual Cuba inició en 1962 el Programa Nacional de Control de la Tuberculosis.    El pasado año registró ya tasas inferiores a siete por cada 100 000 habitantes  (6,3 en la provincia de Las Tunas), que piensa llevar a menos cinco en un futuro próximo, tal como anunció el pasado día 24, en ocasión del Día Mundial de la Tuberculosis, que recuerda al bacteriólogo alemán Robert Koch, descubridor del bacilo causante de la enfermedad, en 1882.
Para que se tenga una idea del avance cubano, hay que señalar que la incidencia mundial de Europa Occidental es de 10 casos por cada 100 000 habitantes, que ya es bueno, pero ahora el dato global es 12 veces mayor, y algunos países pueden tener hasta 800 casos por cada 100 000 habitantes.
El grupo más numeroso de enfermos en Cuba son los hombres, al presentar factores de riesgo como el alcoholismo, más común en el sexo masculino. Neumólogos, epidemiólogos, radiólogos, patólogos clínicos y personal de enfermería, se encargan de examinar a los pacientes, con resultados satisfactorios, tras realizarles la prueba de esputo, el principal medio para diagnosticar la enfermedad. Los pacientes reciben tratamiento de forma ambulatoria mediante la atención primaria de salud.
PERO NO TODO ES ASÍ
Nueve millones de personas, de ellas un millón de niños, son reportadas anualmente como casos nuevos de tuberculosis por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero ello es una cifra realmente raquítica en comparación con la realidad. Sin embargo, el verdadero número no es fácil de establecer, porque el paciente presenta a veces síntomas de otras enfermedades, lo cual dificulta extremadamente su cura, si es que llega a emprenderse.
Así, por ejemplo, en la República Centroafricana, la tuberculosis afecta oficialmente a cerca de 500 personas por cada 100 000, pero se reconoce que esa detección es apenas una parte de lo real.
En una nación más desarrollada, la europea España, hubo 6 046 diagnósticos en el 2012 y se asegura fue mayor el pasado año, pero es solo una muestra parcial, porque tres de cada cuatro casos quedan sin diagnosticar.
Como las naciones industrializadas no presentan aparentemente graves problemas al efecto, colaboran insuficientemente con la OMS en los esfuerzos para curar la tuberculosis.
Lo cierto es, y lo dejamos casi para el final, que 1 300 000 personas mueren por esta enfermedad cada año, y se presumen que muchas otras también a las que no le fueron detectadas.
Lo lamentable es que mientras ahora en Cuba se puede curar y ya  Jatibonico no es como el de hace casi un siglo, son insuficientes los esfuerzos que se realizan en la mayor parte del mundo para encontrar, tratar y curar todos los enfermos.
De las ya mencionadas nueve millones de personas que contraen la tuberculosis cada año, una tercera parte queda desatendida por los sistemas de salud, porque pertenecen a las comunidades más pobres y vulnerables, o marginadas, del mundo, como los migrantes, los refugiados y desplazados internos, los reclusos, los pueblos indígenas, las minorías étnicas o los consumidores de drogas.
De todas maneras, amigo lector, no hay que descuidarse, porque aunque pudiera parecer exagerado decir que del catarro a la tuberculosis nada más que hay un paso, la enfermedad trasmitida por la vía respiratoria es un riesgo para todos.

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