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Defensa preventiva a lo USA

1 de junio de 2015

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Estados Unidos ha creado y utilizado la idea de defensa preventiva para tratar de hacer y deshacer a su antojo a gobiernos que considera no amigos y que se oponen a sus intereses hegemónicos, en su mayoría de naciones pequeñas, y utiliza en su afán a aliados afines o que se ven obligados a bailar a su compás.
Fíjense que ello no “camina” con naciones con poder atómico como Rusia y China, y si la República Popular Democrática de Corea no hubiera demostrado que lo tiene, no tengo dudas de que ya hubiera sido invadida mucho antes de escribir estas líneas.
En este contexto se inscribió la amenaza a Venezuela, en cuyo alrededor se levantó un muro de solidaridad de quienes conocen de lo que es capaz el Imperio, no importa que características muestre su Presidente.
Es de Perogrullo repetir que el pueblo de Estados Unidos es el peor informado del mundo, no obstante sus poderosos medios de comunicación, donde avezados periodistas (pero no buenas ni honestas personas) convierten en falso lo verdadero y viceversa, y se dedican a un barraje propagandístico que van desde lo más nimio hasta la presentación de un escenario bélico donde se asesinan a inocentes como divertimento.

 

EJEMPLO ELOCUENTE

 

En el caso de la invasión militar de EE.UU. a Iraq en el 2003, la “defensa preventiva” la justificaron en tanto había una especie de convencimiento en el escenario mundial de que el país árabe constituía una amenaza para la paz y seguridad internacionales, resultado del proceso jurídico llevado a cabo en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas desde 1990 y apoyado por acciones políticas y mediáticas de las potencias y países aliados, interesados en poner en práctica sus planes estratégicos en el Medio Oriente.
En el plano jurídico existen argumentos que demuestran la ilegitimidad de la invasión. El artículo 51 de la Carta de la ONU expresa claramente que para que exista legítima defensa debe estar presente la figura del ataque armado consumado.
No obstante, los juristas que se ubican en el medio de ambas posiciones plantean que para que haya “defensa preventiva” es suficiente la seguridad absoluta de que es inevitable la ocurrencia de un ataque armado.
No en balde el poder mediático estadounidense se centró con ahínco en sembrar la idea de que Iraq tenía armas de destrucción masiva. El convencimiento de esto fue tal, que una vez desmentida la infamia que justificó el crimen, no hubo una reacción estridente.
Y es que la estrategia comunicativa tenía previsto esta situación y abrió el diafragma comunicacional con otros argumentos justificativos. Nunca antes se había observado tanta coordinación entre las acciones políticas, militares, jurídicas y comunicacionales.

 

ACTO DE AGRESIÓN

 
Nada puede sostener que una acción armada preventiva es un acto de legítima defensa, sino de agresión.
En este contexto, el investigador cubano Omar Rafael García Lazo apuntó que la guerra de Iraq del 2003 fue para muchos juristas defensores de las posturas de EE.UU. y sus aliados un acto legal e invocaron en sus justificaciones el cuerpo de resoluciones que se tejió para enrumbar objetivos marcadamente políticos.
Otros muchos juristas, sin embargo, esgrimieron sólidos argumentos que confirman la ilegalidad de esa guerra.
Lo que no tendrá discusión nunca, aun cuando callaron algunas voces, es que se trató de una guerra injusta y éticamente inaceptable. Mas cuando se conoce que la impulsaron intereses enraizados en la politica estadounidense y se abrió paso gracias al poder imperial que atraviesa todos los subsistemas internacionales.
La ciencia jurídica, como otras tantas sociales, ha sido y será siempre víctima de las ambiciones que se manifiestan en los centros de poder. Resquicios y vulnerabilidades, eso es lo que se extrae pérfidamente para incumplir las normas. De ahí la importancia de lo que dijo el Che de que al imperialismo no se le puede conceder nada, “ni un tantito así”.

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