ribbon

De su amo lo aprendieron

25 de septiembre de 2014

|

Tuvo que viajar por tercera vez consecutiva el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, a Kabul para lograr que el preferido y adiestrado por el establishment Ashraf Ghani fuera designado como triunfador en las fraudulentas elecciones presidenciales afganas, quien está comprometido ahora a ceder parte del poder al perdedor Abdullah Abdullah.
Cuando George W. Bush asumió fraudulentamente a “pucherazos” la Presidencia de Estados Unidos, estaba demostrando como para el establishment no hay obstáculo alguno para hacer lo que le venga en gana. Tal es así que el candidato opositor Al Gore no quiso ir contra el sistema y acató disciplinadamente que le birlaran la victoria,”en  aras del bien de la democracia (¿?).
Pero los “alumnos” afganos al respecto no quisieron seguir la postura del luego gran defensor del medioambiente, y crearon una situación de fraude que hicieron aun más ingobernable a la nación agredida y ocupada por Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte desde hace casi 13 años.
Colegios electorales fantasmas, votantes menores de edad, jefes de clan con las papeletas de toda la parentela, maridos votando por sus mujeres, y lo que, sin duda es más grave, funcionarios que rellenan urnas. Las elecciones afganas vieron todo tipo de irregularidades y trampas.
La inseguridad, sobre todo en el este y el sur del país, se tradujo en una participación más baja y dio margen para la manipulación. A ello contribuyó también la inexistencia de un censo electoral.
Muchos analistas dieron por hecho que un cierto nivel de fraude en los comicios era inevitable. Pero, ¿cuánto es demasiado? “El asunto no es si hubo fraude, sino cómo de grave y de partidista es, y qué consecuencias políticas tiene”, estimó la analista Martine van Bijlert, del Afghanistan Analysts Network.
Abdullah Abdullah, quien junto a Ashraf Ghani encabezó los resultados en la primera vuelta, había advertido una y otra vez a los suyos del riesgo de fraude. Abdullah salió “quemado” de la última elección que perdió frente al presidente Hamid Karzai, un tercio de cuyos votos fueron calificados con posterioridad de fraudulentos.
Oftalmólogo de profesión, Abdullah fue asesor del jefe de la resistencia antisoviética Ahmad Shah Massud y un relevante líder de la Alianza del Norte, como eufemísticamente llaman al grupo donde confluyen la mayoría de los “señores de la guerra”.
El otro candidato, Ashraf Ghani Ahmadzai, es un académico de 64 años que nació en Kabul, pero transcurrió gran parte de su vida fuera del país, al que regresó con la invasión de Estados Unidos. Fue funcionario del Banco Mundial y encargado por Karzai para coordinar el traspaso de las tareas de seguridad de la OTAN. Como se ve, y ahora se comprobó, era el preferido por EE.UU.
La comisión electoral reconoció el mutuo fraude, y, tras escrutar el 100% de los votos, (8, l millones) no se atrevió a dar un veredicto, El análisis de la autenticidad de las papeletas comenzó el 17 de julio último, hace más de dos meses, y sufrió varias interrupciones por los desacuerdos entre ambos candidatos sobre los criterios para determinar la validez de los sufragios
La vuelta inicial fue en abril, y, posteriormente, el 14 de junio, los dos candidatos más votados fueron a una ronda final en la que, según palabras de la comisión, “se produjo un fraude a gran escala”,  y anunció la invalidación de los votos depositados en 1 028 colegios electorales, el 16% del total.

 

COMIENZO DE LA CRISIS

 

La crisis electoral afgana empezó cuando Abdullah, quien ganó la primera vuelta, se negó a aceptar el resultado preliminar de la segunda ronda, que daba como vencedor a Ghani con el 56,4% de los votos, y calificó el proceso de “fraude a escala industrial”.
Sin embargo, tras la mediación del secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, que viajó en dos ocasiones al país para resolver la situación, ambos candidatos acordaron auditar todos los votos y crear un gobierno de unidad liderado por el vencedor.
Afganistán atraviesa una de sus etapas más sangrientas, después de que el año pasado las fuerzas militares locales se hicieran responsables de la seguridad, tras la retirada paulatina de la misión de la OTAN, que culminará definitivamente a finales de 2014, aunque Estados Unidos mantendrá a unos 9 800 soldados hasta finales del 2016.
No se ha dicho si serán cerradas las cárceles secretas en la provincia de Kandahar, la zona donde la resistencia sigue siendo más activa. Allí han sido recluidos y torturados -algunos hasta la muerte- miles de opositores.
El presidente saliente, Hamid Karzai, abanderado durante años por EE.UU., ha reconocido tal situación y hasta ha protestado hipócritamente por la desidia del ocupante ante la preservación de la población civil.
Este primer intento de traspaso de poder desde el 2001 se ha estado realizando en medio del terror desatado por la seguridad occidental y la local, con el fin de impedir las acciones del Talibán y otras organizaciones de la resistencia para evitar el proceso electoral espúreo, como ha quedado demostrado,
Imposible realizarlo en una nación donde el gobierno solo se afinca en Kabul, la capital, y otras ciudades, donde predominan aun los ejércitos privados que Occidente tolera para fomentar el antagonismo con el Talibán y compartir las ganancias del negocio más floreciente del país, el del cultivo de la amapola y la producción de heroína y opio, derivada de ella.
Lo cierto es que el espaldarazo que acaba de dar Kerry a Ghani demostró que cualquiera que resultara electo debía contar con el visto bueno de Estados Unidos, que no ha dejado de realizar frecuentes bombardeos con aviones no tripulados y otros tipos de ataque contra poblaciones civiles, en medio de un proceso que apenas envolvió a la cuarta parte de su población, superior a los 31 millones, muchos de ellos aun desplazados y alejados de territorios donde el Imperio utilizó proyectiles con uranio enriquecido.

Comentarios