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De mal en peor

13 de marzo de 2017

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Creo que es injusto culpar solamente a Jimmy Morales de la tragedia en Guatemala, donde hasta el momento 40 niñas murieron quemadas en un centro denominado de rehabilitación y con el nombre de “Hogar Seguro”, en el sur de la nación, con más del doble de albergadas de las que debía tener, y que durante mucho tiempo han sido objetos de maltratos por el personal que debía velar por su seguridad.

Durante  manifestaciones de protesta, varios oradores revelaron su indignación por los abusos sexuales, psicológicos, incluso, por las torturas hacia las niñas que las motivaron a protestar con la quema de colchones y que provocó el fuego en el dormitorio donde las dejaron encerradas bajo llave, a pesar de las llamas.

Ahora se pide la dimisión del locutor y actor cómico que logró la presidencia, aprovechando el desgano del elector ante tanta corrupción y el poco hacer de los políticos de la vieja guardia, además de contar con el irrestricto apoyo de la policía y el ejército, cuyos jefes, algunos sindicados como autores de crímenes de lesa humanidad, son quienes dominan realmente el país.

Es decir, Jimmy, aunque admitió por un lado la responsabilidad oficial por lo sucedido con las niñas, ha tratado por el otro de defender en vano a familiares implicados en casos de corruptela, como acaba de suceder con un hermano y el mayor de sus hijos con delitos comprobados de lavado de dinero, lo cual, por supuesto, afectará su imagen y abre la interrogante de si conocía de antemano el hecho y dejó hacer.

Pero aún más grave es que ha incumplido la inmensa mayoría de sus promesas que debían supuestamente beneficiar al pueblo, como la de no subir los impuestos, favorecer a los más pobres y atender adecuadamente a la enorme masa de niños y jóvenes que no tienen educación, atención médica y deambulan abandonados por las calles.

El empleo juvenil es una asignatura pendiente y una de las causas del porqué muchos de esos adolescentes se incorporan a bandas de delincuentes. Esa juventud y la niñez guatemalteca son golpeados por los des ajustes estructurales,  la violencia, el abandono y exclusión social, en un país que también tiene que sufrir la crisis económica mundial y el cambio climático.

Aunque con el anterior gobierno de Álvaro Colom, la población tuvo un cierto alivio en la atención médica –a la que contribuyeron médicos internacionalistas cubanos-, la gestión gubernamental en general y la inoperancia actual de un mandatario que se guía por lo que la casta militar le orienta, ordena y le deja hacer, contribuye a que el  panorama general en el cual se desenvuelven los niños y jóvenes en Guatemala sea francamente sombrío.

Guatemala es un país de gente mayoritariamente muy joven. El 49% de la población total del país (15 millones aproximadamente), está constituida por personas situadas en el rango de 0 a 15 años de edad, y  el 73% está constituido por menores de 30.

Por eso son los niños y los jóvenes los más afectados por el predominio de la pobreza, un flagelo del cual el país no logra liberarse. Según las mediciones oficiales a nivel internacional en términos de Desarrollo Humano, en la última década Guatemala descendió del puesto 108 en el 2001 al 116 en el 2010, y por ahí se desenvuelve en este 2017.

VIOLENCIA ESTRUCTURAL

Si bien es cierto que ésta situación de pobreza extendida se ha reducido en términos globales desde 1980, continúa representando una expresión concreta y cruel de la violencia estructural en Guatemala y además, pese a los relativos avances, no logró reducirse en los niveles esperados (un 50%), en ocasión de las metas para el Mileno fijados por la ONU para el 2015.

Todo esto se agrava por las actuales tasas de crecimiento poblacional de Guatemala, el 2,5% anual, la más alta de Centroamérica. La alarma por el sostenido nivel de crecimiento demográfico no es injustificada. Cada hora nacen en Guatemala 51 niños, y  mueren 9 personas, haciendo que el crecimiento natural de la población sea de 43 personas cada sesenta minutos.

Pero, de verdad, el problema de Guatemala no es el crecimiento demográfico, sino el obstáculo que representa el de los alimentos, porque hay disponibilidad, pero difícil acceso.

Otra de las amenazas importantes para los niños y adolescentes guatemaltecos es la violencia generalizada imperante en todos los rincones del país, ya que unos 300 de estos seres mueren anualmente de esa manera.

En cuanto a la desigualdad y la exclusión social en el que se encuentra la niñez guatemalteca, quizá no haya dato más relevante (y desgarrador), que el que nos señala la prevalencia de la desnutrición crónica en el 49,8% de los niños entre 1 y 5 años de edad, la tasa más alta de América Latina y el Caribe, y que pone al país centroamericano entre los seis primeros en ese aspecto a nivel mundial.

Pese a los esfuerzos del anterior gobierno de Álvaro Colom, subrayo, sigue siendo baja la inversión en salud y educación, lo que se agrega a las altas tasas de desempleo y subempleo y de migración al exterior, compuesto en su mayor parte por jóvenes e incluso niños que emigran a países vecinos en condiciones de franca vulnerabilidad y precariedad.

Por otra parte, la crisis económica mundial constituye otro factor de gran importancia en el actual deterioro de las condiciones materiales y sociales de vida de niños y niñas guatemaltecos. Si bien es cierto los montos globales en remesas familiares enviadas al país por ciudadanos que trabajan en el exterior no han mostrado descensos drásticos en los últimos tres años, pese a ello es un hecho que éstos envíos son cada vez más espaciados, son obtenidos con mayores esfuerzos y riesgos para la inmensa mayoría de los inmigrantes indocumentados.

A la vez, estos recursos monetarios son absorbidos cada vez más en necesidades básicas insatisfechas de los hogares receptores (principalmente comida, vivienda, ropa, transporte y diversos servicios esenciales), dejando menos margen para la inversión familiar en la educación y la salud de los niños y niñas que dependen de tales remesas.

Ahora, con la política de persecución a los emigrantes practicada por el actual presidente norteamericano, Donald Trump, esta situación debe ir de mal en peor, por lo cual se debe hacer un giro total en cómo se debe gobernar a un país subdesarrollado como Guatemala, y no creo que esto pueda ser resuelto durante los tres años que le quedan en el poder a Jimmy Morales y sus padrinos militares.

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