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De fracaso en fracaso

18 de julio de 2018

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No hay que ser agorero para determinar que Donald Trump será el tercer presidente de Estados Unidos que fracasará en dominar a los insurrectos afganos, y se limitará, como sus antecesores, a seguir enviando tropas, defoliando todo lo que tenga vida vegetal y seguir alimentando a la principal industria que tiene su país, la de la guerra.

En definitiva, Trump ha vuelto a comprometerse con una guerra que él mismo había descartado anteriormente como una pérdida de tiempo y recursos, lo cual marca una victoria para los halcones guerristas de la Casa Blanca, pero tiene el problema de que tendrá dificultades para convencer tanto a sus partidarios en casa como a sus aliados extranjeros de que tiene “una política viable”.

Para colmo, sus acciones militares siguen el sendero de los errores, como el reciente lanzamiento de un misil que asesinó a varios civiles, cuando las tropas de ocupación estaban en una misión de protección a los principales jefes militares de su país.

Al mismo tiempo, sucedía una variante ya repetida, el del constante fraude de los elementos administrativos norteamericanos vinculados con la agresión, esta vez por 3 100 millones de dólares, indebidamente utilizados para fines diferentes a los previstos, según se desprende de una inspección del Pentágono.

Lo real es que en octubre venidero se cumplirán 17 años de una agresión e invasión norteamericana a Afganistán, que parecía una rápida victoria sobre los talibanes, pero se convirtió en una sangrienta guerra sin fin que dura hasta hoy.

La cuestión es que EE.UU. además de haber buscado la ayuda de sus aliados ha empleado elementos de grupos terroristas, incluidos los del Estado Islámico y sus contrincante naturales de Al Qaeda para someter a los talibanes, pero todo ha sido inútil, porque estos últimos no tienen mercenarios en sus filas y son acaso mejores combatientes, mientras en el país se multiplican las violaciones a los derechos humanos.

Para poner un ejemplo de esto último, en solo tres meses se presentaron a Naciones Unidas la friolera de un millón 700 000 denuncias, en las que está seriamente implicado el ejército local, en el que se encuentran elementos de la peor ralea acusados en casos de abuso infantil.

Los talibanes han enviado una carta a los ciudadanos estadounidenses para que fuercen a sus gobernantes a iniciar conversaciones de paz  “La guerra podría durar cien años y el resultado sería el mismo”, expresaron.

Por otra parte, la Cancillería de Paquistán calificó de inaceptables las críticas de Trump, y apuntó que lo  hace para justificar su derrota en Afganistán.

Islamabad se pronunció en contra de la presencia militar de EE.UU. en Afganistán y recalcó que una negociación de paz es la única solución posible para el país vecino.

Pero EE.UU., conociendo que no puede triunfar, insiste en una agresión que le reporta ganancias a la industria armamentística, al tiempo que maniobra para mantener el control del opio que allí se produce y obstaculiza la construcción de un gasoducto que atravesaría todo el país y aliviaría las necesidades de una amplia región.

En ello no pestañea en sacrificar la vida de los afganos y la de sus propios soldados.

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