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De entre los muertos

26 de diciembre de 2018

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Diferentes censos sitúan a Camboya como una nación de entre 11 millones y 15 millones de habitantes, con una proporción de unos 80 a 100 por kilómetro cuadrado, lo cual es ya de por sí un mérito para las autoridades de una nación indochina que estuvo a punto de desaparecer a causa del régimen genocida de los Khmers Rojos, que hzo bajar la población de siete millones a menos de cuatro millones, en una etapa de falsa liberación revolucionaria, luego que los bombardeos norteamericanos habían causado unas 800 000 víctimas mortales.

Sólo la actuación del ejército de Vietnam -vencedor de la agresión de Estados Unidos- y el apoyo de elementos locales sobrevivientes, entre los que se hallaban el actual primer ministro, Hun Sen, lograron evitar la desaparición física de la poca población que quedaba, mantener una monarquía constitucional y elegir un gobierno que, entre aciertos y fracasos, han logrado encaminar a la nación.

De todas maneras, Camboya ha logrado sobrevivir de un período de historia marcado por conflictos e inestabilidad, y durante las dos últimas décadas, ha experimentado un rápido crecimiento económico. Sin embargo, la pobreza continúa siendo un problema fundamental para el país.

En su camino para superar la pobreza, Camboya se enfrenta a un gran número de desafíos. El país, subrayo, tiene una fuerte dependencia de la ayuda al desarrollo procedente del extranjero, cuyo importe asciende a la mitad del presupuesto anual del gobierno. Este apoyo se ha desplazado notablemente hacia nuevos donantes orientales (China, en particular), con la salvedad de que ésta se enfoca más hacia las oportunidades empresariales, por lo cual es insuficiente para las personas en situación de pobreza y vulnerabilidad. A partir del 2015, la ayuda procedente de los países occidentales disminuyó considerablemente.

Los principales impulsores de la economía, la agricultura, la industria textil, el turismo y la construcción, han proporcionado ingresos en aumento para el país. Sin embargo, con la población más joven del Sudeste de Asia (El 70% de los habitantes es menor de 30 años), existe una carencia de capacidades productivas y el acceso a un empleo digno continúa siendo un problema. Muchos jóvenes trabajadores han emigrado a otros países.

La mayor parte de la población camboyana vive en el campo y un 85% depende enormemente de la agricultura a pequeña escala, la pesca y los activos forestales para vivir. Ahora que Camboya se encuentra en el punto de mira del desarrollo y el turismo, será importante programar y regular cuidadosamente estas actividades para evitar el impacto negativo en el medio ambiente y en los recursos naturales de que depende mucha gente.

Por eso, es necesario que este país rico en cultura e inspirador logre salir de la pobreza., y en ello tendrá que ver una sociedad civil robustecida tras las elecciones nacionales realizadas en el 2013, que demostraron claramente que la población de Camboya es cada vez más consciente de sus derechos.

Así, se moviliza –mediante peticiones por escrito y protestas pacíficas– para exigir a su gobierno, a los partidos políticos, a las organizaciones de la sociedad civil, a los sectores privados y a los donantes que rindan cuentas y asuman sus responsabilidades. De ahí que se esperan vencer desafíos y avances en este 2019 de una nación que estuvo a punto de desaparecer y resurgió de entre los muertos.

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