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Cumbres de cumbres

31 de enero de 2014

El dinamismo requerido por la política y la diplomacia moderna, unido al desarrollo vertiginoso de los medios de transporte y las telecomunicaciones, han posibilitado que en la era contemporánea se extiendan y multipliquen los eventos y los encuentros interpersonales entre jefes de estado y gobierno, tanto para la concreción de alianzas y afinidades o, por el contrario, buscando la solución de diferencias y conflictos.
Como parte de la composición de bloques geográficos o de otro tipo y de la necesidad de agrupamientos que definan posiciones afines, se suceden las que han dado en llamarse “reuniones cumbres”, cuando en ellas están presentes los más altos mandatarios de los países participantes y los temas a tratar son lo suficientemente trascendentes, de interés regional y alcance mundial.
No todas, por supuesto, logran el mismo rango ni magnitud y ello está en dependencia no solo de la participación y los temas sino también, -en breve medida,- del interés que en un sentido u otro tengan los grandes monopolios de la información, quienes deciden el menú diario que deben ingerir cientos de millones de lectores, radioyentes y televidentes en todo el mundo.
Algunas, sin embargo, resultan de inevitable cobertura por el papel que juegan en el escenario mundial, por sus antecedentes y sus proyecciones futuras, capaces de ejercer decisiva influencia en los venideros acontecimientos. Es el caso de la recién concluida II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada en La Habana, Cuba.
No obstante ser el quinto encuentro encaminado a una idea de esta naturaleza (lanzada en Brasil 2009, Rivera Maya 2010; fundacional en Caracas 2011; primera Cumbre en Chile 2013; segunda Cumbre en La Habana 2014) sin dudas el evento celebrado en la capital cubana, por diversas razones, concitó las mayores expectativas de los efectuados hasta hoy, si bien la creación de la CELAC es desde sus mismos orígenes un acontecimiento de la mayor trascendencia en 200 años de vida americana.
Esta fue una cumbre de cumbres. El solo hecho de tener lugar en Cuba marcó el fracaso bochornoso y definitivo de la vergonzosa, ilegal y criminal política injerencista de Estados Unidos contra la Mayor de las Antillas y su Revolución socialista, cuya legitimidad y soberanía aún no es reconocida por Washington tras más de medio siglo de fallidos esfuerzos por derrocarla.
La presencia del Secretario General de la ONU y su intervención en ella reconoce la existencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños como un acreditado bloque regional autónomo, que se representa a sí mismo y tiene la capacidad de poder hablar con voz propia en nombre de Nuestra América, -del Río Bravo a la Patagonia,- y no necesita hacerlo acompañada de factores extrarregionales con otros intereses y poco disimuladas ambiciones. La CELAC puede actuar sin tutelas.
La proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, por parte de los 33 estados participantes es un complemento del Tratado Antinuclear de Tlatelolco y los acuerdos de UNASUR al respecto. Pero esta histórica Proclama va más allá de la sola ausencia de enfrentamientos o guerras entre países hermanos sino que establece compromisos de respeto mutuo a los sistemas políticos respectivos y de no intervención en los asuntos internos.
Queda aún mucho camino por recorrer a la CELAC; pero no hay dudas de que el encuentro de La Habana marcó un hito y siguió abriendo un camino ascendente.

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