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Culpas alemanas

22 de enero de 2024

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No causa mucha sorpresa ligar a Alemania con prácticas y apoyos de genocidio, pero si en lo que concierne al hambre que golpea a parte de su pueblo, cuando es aún una de las naciones más ricas del planeta y la locomotora europea en ese aspecto.

Calificaría de bochornoso la defensa alemana de Israel, cuando esta nación fue acusada justamente en la Corte Internacional de La Haya por Sudáfrica y otras 60 naciones de estar cometiendo genocidio contra la población palestina en la Franja de Gaza, pretextando burdamente que era un acto de defensa por un ataque sorpresa de la organización Hamás contra Israel.

Al rechazar tal crimen contra el pueblo palestino, el presidente de Namibia, Haga Geingob, afirmó que Alemania es “incapaz de aprender las lecciones de su propia historia”, refiriéndose al genocidio de los harare y los nama cometidos por las mal denominas fuerzas de protección alemanas entre 1904 y 1908.

Para Geingob, el Gobierno alemán aún no ha expiado este -según los historiadores- primer genocidio del siglo XX, y apunta al apoyo de Alemania a Israel en la guerra contra Hamás en Gaza, porque “Alemania no puede comprometerse moralmente con la Convención de Naciones Unidas contra el genocidio y, al mismo tiempo, apoyar el equivalente de un Holocausto y un genocidio en Gaza”.

Y mientras Berlín se embarra al defender a los genocidas sionistas, se conoció que, en el rico país, el 11% de los alemanes -diez millones- pasan hambre, al no poder hacer una comida regular cada dos días.

El problema es aún más agudo para los padres solteros. Y las cifras para los adultos mayores tampoco son mucho mejores: en los primeros tres meses del año, unos 684 000 pensionistas dependieron de ayuda básica para subsistir, 90 000 más que el año anterior.

El riesgo de pobreza, que en Alemania define a personas que ganan menos del 60% de los ingresos medios e incluye a unos 13 millones de personas, no es un tema nuevo, pero sí es uno que está creciendo en importancia en ese país europeo.

La razón es la difícil situación económica de Alemania, cuyo poderío económico ha estado basado durante décadas en la importación de energía barata y la exportación de todo tipo de productos industriales de alto nivel.

 

DESALENTADOR

El presente económico y sobre todo el panorama futuro no son alentadores.

Que muchos alemanes no puedan permitirse comidas estables tiene que ver, en buena parte, con las grandes problemáticas de los últimos años: la pandemia del coronavirus y sobre todo la guerra en Ucrania, que golpeó fuertemente a Alemania en especial por su dependencia económica hacia Rusia.

Para muchos alemanes, en especial quienes tienen salarios bajos, los aumentos de los precios han resultado impagables.

La alternativa para algunos: bajar las expectativas alimenticias o buscar ayuda en los casi mil bancos de alimentos que ofrecen productos a quienes tienen problemas económicos.

Pero ahí también ha habido dificultades, pues algunos bancos están llegando a sus límites. Desde que comenzó la guerra provocada por la OTAN en Ucrania, en febrero del 2022, se han registrado más del doble de consumidores que antes.

El resultado es una crisis económica y energética seria, de la que el país sigue tratando de sacudirse.

Uno de los sectores que más preocupa es la industria, considerada el “buque insignia” del poderío económico alemán. Entre las razones para este mal momento económico se encuentran las disrupciones en las cadenas de suministro, los altos precios energéticos, problemas estructurales de vieja data o una mayor competencia de otros países eminentemente exportadores como China.

Todo esto ha llevado a expertos a hablar de un panorama difícil para la economía alemana este año.

Clemens Futes, presidente del Instituto Ifo para la Investigación Económica, concluyó que “la situación económica de Alemania está volviéndose más oscura”.

Y Verónica Grimm, una asesora del gobierno en asuntos económicos, agregó: “En una fase de crecimiento muy bajo o incluso negativo, la gente tiene que prepararse”.

Por todo lo anterior es bueno citar lo que opina la gente común:

Para la colombiana Laura Rúgeles “el canciller vendió a su país, es fiel a la OTAN y eso ha destrozado a Alemania. El canciller no pensó en la economía cuando renunció al petróleo ruso, ahora lo tienen que comprar tres veces más caro. Esto destruyó a su vez la agricultura, la industria y la manufacturación. Alemania ya no es competitiva”.

A su vez, el ecuatoriano Álvaro F. Vaca opina que “para los agricultores que sostienen la economía no hay dinero para sus subsidios. Pero sí hay dinero para enviar armamento a Ucrania”, en tanto el mexicano Carlos Hernández coincidió lapidariamente que “tenía que ser así, al gastar tanto dinero en destruir a Rusia”.

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