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¿Cuál es la diferencia?

16 de marzo de 2021

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De lo que se trata es de hacer lo contrario a lo que se debe. Es decir, dar crédito a lo que se hace sobre los derechos humanos, allí donde se violan a diario, y arremeter informes viciados contra gobiernos y países que no comulgan con las formas en que el tema ha sido apropiado por Estados Unidos y Europa.

Y la pregunta podría ser: ¿Cuál entonces es la diferencia? Tratemos de explicarlas.

Comienzo con una máxima: Deberían importar por igual los derechos humanos en Venezuela que en Estados Unidos; en Siria, Cuba, o Nicaragua, qué en Europa. En fin, mientras el tema sea manipulado y politizado, y los informes de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU sean parcializados, no podrá haber confianza en ellos.  ​

Se elaboran documentos condenatorios sin prueba alguna, contra  gobiernos no afines a los centros de poder de Washington y Europa, lo que contribuye a que se haga del asunto un arma para justificar las sanciones y otros crímenes.

Se debieran condenar las violaciones de esos derechos cuando un policía blanco mata a un negro en plena calle de una ciudad estadounidense o cuando un presidente —Donald Trump— instiga la toma violenta del Capitolio de su país, convocando para ello a elementos fascistas y ultraconservadores que, además, causaron la muerte a cinco ciudadanos y la destrucción de muebles y oficinas en el recinto.

¿Alguien conoce alguna denuncia de la Oficina de la Alta Comisionada sobre el último bombardeo de la aviación militar colombiana a un campamento guerrillero, donde mató a 14 niños? Estoy seguro que no.

Se recuerdan de la criminal hazaña de Trump cuando separó de sus padres y aisló en jaulas a los niños centroamericanos, quienes trataban de cruzar a Estados Unidos en busca una mejor vida. Tampoco he leído condena alguna por parte de la citada entidad de la ONU.

El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en su más reciente discurso virtual ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, convocó a ese instrumento a «internacionalizar la cooperación y luchar por un orden internacional justo, democrático y equitativo» y ratificó el compromiso de la Isla en la cooperación con todos los mecanismos de derechos humanos de aplicación universal, y «rechazó la manipulación, selectividad y dobles raseros en el sensible tema».

«Como país miembro, hablaremos con voz propia, defenderemos el diálogo respetuoso y constructivo, en contraposición a los enfoques punitivos y la manipulación política, y trabajaremos para fortalecer la cooperación y la solidaridad de cara a una efectiva promoción y protección de todos los derechos humanos para todos», afirmó.

Por su parte, el presidente Miguel Díaz Canel en su cuenta en Twitter, escribió: «a pesar de las mentiras y patrañas imperiales, el mundo reconoce a Cuba, la admira y respeta por la firmeza de sus convicciones y su ejemplo».

Lo que ocurre ahora con el informe dado a conocer por la Alta Comisionada, Michelle Bachelet, en relación con Venezuela, es otro ejemplo de la manipulación del citado tema.

Una vez más se acusa sin prueba y se elaboran falsos documentos contra un país que resiste ante criminales sanciones de Estados Unidos, que se enfrenta a ataques terroristas desde la vecina Colombia, que le roban sus recursos financieros guardados en bancos estadounidenses y europeos, y sobre tan deplorables actos no se ha pronunciado nunca la citada funcionaria.

No podría, por tanto, ser otra la respuesta de la dirección bolivariana: «Venezuela someterá a revisión la relación con la Oficina de Alta Comisionada para los Derechos Humanos y la próxima renovación de la Carta de compromiso, con el fin de garantizar el estricto y necesario apego a los principios de objetividad, no selectividad, imparcialidad, no injerencia en los asuntos internos y diálogo constructivo», según afirmó la cancillería venezolana en un comunicado.

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