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Cruces crecen

10 de junio de 2016

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Es un título simbólico, al ser la cruz un símbolo cristiano y no representa a la mayoritaria población musulmana que muere día a día, cuando utilizan el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico para huir de las guerras, la política de tierra arrasada, la represión, la explotación y otras violaciones de los derechos humanos producto de la catástrofe que los imperialistas han causado en el Medio Oriente y gran parte de África.
Más que causado diría de la profundización, y es agobiador constatar como se superan las cifras alarmantes de embarcaciones que se hunden (o las hunden), repletas hasta el tope de refugiados, muchos de ellos niños y mujeres.
Es un tema en el que la prensa recurre constantemente, debido a su actualidad, y en este contexto hace unas horas desparecieron en el Mediterráneo unos 700 de esos infelices de los que apenas se pudieron recuperar una decena de cuerpos.
El drama aumenta por el rechazo de los países europeos a acceder a una mayor cantidad de refugiados, cuando son culpables o cómplices del drama humano, de las guerras que directa o indirectamente provocaron. O sea, ocasionan un éxodo que luego no aceptan.
Las calamitosas cifras son incompletas, porque muchos cuerpos no aparecen, y los récords negativos de los que tanto gustan trasmitir los medios occidentales adolecen por ello de exactitud.
Por supuesto, en mucho de esta emigración tiene que ver las personas que lo hacen para que sus familias puedan sobrevivir.
Por aquí funcionó eso que llaman el sueño americano, con su modo de vivir, y por allá el sueño europeo que, en definitiva, conlleva la desintegración familiar y el desarraigo forzado.
En realidad, las personas no van hacia el sueño europeo o estadounidense, sino huyen de la pesadilla que las transnacionales han convertido al planeta, al seguir la ruta que realizaron previamente las inmensas riquezas extraídas de sus países.
Pero las metrópolis quieren las riquezas, no a las personas y, por eso las rechazan ahora y, como sucede en las cercanías de Libia, se ha amenazado con destruir mediante bombardeos a las embarcaciones de emigrado, esgrimiendo para algo tan atroz el burdo pretexto de desalentar a una presunta mafia de tratantes.
No esuna exageración, porque ello funciona de una forma más sutil, pero no menos criminal, a lo largo de las costas de los países africanos occidentales, es decir, en aguas del Atlántico.
A causa de la represión, enlas rutas atlánticas las salidas de embarcaciones se hacen cada vez más al sur, desde Senegal, cuando antes lo eran desde Marruecos o Mauritania, lo cual incrementa los días de viaje en alta mar, lo cual somete a los migrantes al peligro de que las frágiles naves sean arrastradas por las corrientes marinas.
Esto se acaba se confirmar, agregando un mayor viso de crueldad al destino de esos emigrados, que perecen en número ascendente.
Por eso, las cifras no son de fiar, siempre estarán incompletas, pero con la certidumbre de que todas son víctimas de una opresión que varía en tintes, desde el esclavismo hasta el neoliberalismo.
Solo lo que es real es que esas cruces imaginarias van en aumento, siguen creciendo, sin que los verdaderos culpables respondan por ello.

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