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Crisis que quema

1 de julio de 2019

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La crisis en Albania se ha acentuado por estos días, luego de varias semanas de choques entre el gobierno  que se dice socialista y una oposición de centroderecha, con un telón de fondo en el que priman acusaciones mutuas acerca del narcotráfico que permea en el pequeño país, que integra la OTAN desde el 2009 y ahora aspira a convertirse en un estado miembro de la Unión Europea.

Quizás algunos recuerden como el futbolista Shaqiri junto con otro albanés integrante de la selección de Suiza pasearon la bandera de la Gran Albania durante el mundial de balompié celebrado en Rusia, lo cual es también un fenómeno que agita a una pequeña nación que quiere ampliarse como en los viejos tiempos.

Todo un menjurje salpicado de facciones de ultraderecha que agravan aún más la situación creada por una oposición que  boicotea el Parlamento y pide la dimisión del primer ministro, acusado de fraude electoral y colusión con el crimen organizado.

Los opositores ponen en evidencia la incapacidad del gobierno para acabar con las redes de tráfico de estupefacientes que controlan algunas zonas del país, donde las fuerzas del orden no podían entrar hasta hace poco. Albania es el principal productor de cannabis de Europa, una mercancía que supone un tercio del Producto Interno Bruto nacional.

Eda Rama es el jefe del gobierno albanés desde que su partido ganara las elecciones legislativas del 2013 y el 2017. Con 74 diputados de los 140 de la cámara legislativa, disfruta de la mayoría absoluta. Artista y ex jugador de baloncesto, Rama tuvo como padrino político a Tony Blair, quien movilizó a su equipo de propagandistas para crear una sucursal de su “tercera vía” en los Balcanes.

Pero Rama, cuyo partido, ahora socialdemócrata, es el heredero del Partido del Trabajo de los comunistas albaneses, recibe también un apoyo con reservas de la Unión Europea y de Estados Unidos.

Estos están más interesados en cuestiones estratégicas y de seguridad en el patio trasero de Europa, que en la capacidad del jefe de Gobierno albanés en sacar adelante las reformas que puedan borrar de la opinión internacional la imagen de un país minado por la corrupción y dirigido por el crimen organizado, algo que sufre Albania desde la caída del socialismo en el este europeo.

Pero la oposición no tiene mucho que ofrecer, ya que al principal partido, el Demócrata, se le reprocha haberse opuesto en el pasado a la reforma del sistema judicial del país, que desde el exterior y el interior se considera el principal problema de Albania. O sea, ninguno de los divergentes antigubernamentales estaba exento de haber sido comprado por el narcotráfico.

Tanto Rama como el líder de la oposición, Basha,  recurren a Europa para demostrar sus buenas intenciones políticas. En una zona donde la bandera norteamericana es aireada más que la azul con estrellas amarillas, gobierno y oposición aseguran “querer ser como otro país de la UE”.

En esa batalla es sabido que el partido que gobierne, si la entrada en la UE se hace realidad, será siempre recordado como el que propició el maná de ayudas millonarias provenientes de Bruselas hacia los socios más pobres de la organización. Una garantía de permanencia en el poder y de control de los flujos en euros.

Pero el sueño comunitario parece estar todavía muy lejos. La crisis de la UE tiene como una de las principales consecuencias la paralización de cualquier proceso de ampliación. Una inmensa mayoría de sus miembros no quiere ni oír hablar de nuevos socios.

Así se ha confirmado después de la reunión celebrada por la UE en Sibiu, Rumanía. Ni una palabra en el comunicado final, ni un minuto dedicado durante las conversaciones a la recepción de nuevos países.  Los líderes de la UE saben que la mayoría de los ciudadanos de Europa no quiere aumentar la “familia comunitaria”.

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