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Corea del Norte e Irán en la mirilla de Trump

2 de septiembre de 2019

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Cuando leo noticias y comentarios sobre el acontecer mundial, recuerdo cuan cerca podemos estar de la autodestrucción, ante el festín irracional de un Donald Trump al que le placen las amenazas y las imposiciones.
Este fin de semana, por ejemplo, leí unas declaraciones del gobierno de la República Popular Democrática de Corea, donde se lamentaba que se desvanece la posibilidad de reanudar el diálogo con Estados Unidos.
Tal declaración se hace en respuesta a las ofensivas críticas del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien hace pocas horas se dirigió al país asiático como si se tratara de una colonia que debe hacer todo y cuando así lo considere el gobierno de Donald Trump.
«Se va desvaneciendo nuestra esperanza en el diálogo con Estados Unidos y esto nos empuja a una situación en la que debemos reconsiderar todas las medidas que hemos tomado hasta ahora», afirmó la viceministra primera de Relaciones Exteriores de Corea del Norte, Choe Son-Hui.
El asunto, que debía tomarse con la responsabilidad debida por la administración Trump, ha sido llevado por Washington a un rumbo inaceptable, es decir, que el gobierno norcoreano cumpla todo lo que exige Estados Unidos y siga con las sanciones impuestas por el actual gobierno y sus antecesores, y a la vez que se desarme.
Aceptar tales pretensiones del imperio, es como renunciar a la independencia y la soberanía norcoreana y, además, dar las gracias a Trump por su gesto —más mediático que otra cosa— de reunirse con el líder, Kim Jong-un.
Recordemos que la administración estadounidense mantiene a la nación coreana en una espuria lista de países que alientan el terrorismo, base de su sistema de sanciones y amenazas contra ese y otros países.
Algo similar ocurre con la República Islámica de Irán.
La nación persa, que desarrolla un programa nuclear con fines pacíficos, ha sido sancionada cruelmente por Estados Unidos y países europeos.
Sin embargo, y fundamentalmente por la responsabilidad iraní, se lograron importantes conversaciones entre esa nación y las potencias mundiales. En un diálogo muy esperado, se llegó en 2015 al Acuerdo sobre el Programa Nuclear Iraní.
La República Islámica aceptó que su programa nuclear tuviese límites en cuanto al almacenamiento de uranio enriquecido y se mantuviera bajo el monitoreo y control de la Agencia Internacional de Energía Atómica. A su vez, Occidente levantaría las sanciones económicas impuestas a Teherán por parte de Estados Unidos y con la participación de países de la Unión Europea.
Pero un buen día del año 2018, el presidente Donald Trump, rompió con el Acuerdo, lanzó los papeles a la basura y volvió a poner al mundo a la deriva con sus irracionales decisiones, para nada propias de un Jefe de Estado.
Los europeos no aprobaron la decisión de Trump e hicieron llamados a mantener el Acuerdo. Pero los días fueron pasando, los meses también, y Europa, aunque mantenía su discurso crítico por la decisión de Trump, no ha pasado de ahí, y se ha plegado al sistema de sanciones de Washington contra Teherán.
Y aunque varios gobiernos europeos, firmante de tan importante Acuerdo, reconocen que Irán sigue cumpliendo con sus compromisos, no han sido capaces de romper con el sistema de sanciones creado por Estados Unidos, y las consecuencias de hoy es que Irán cuenta ya con más cantidad del uranio estipulado por los acuerdos que Trump tiró al cesto de basura.
Paralelamente, el gobernante estadounidense se ha propuesto cercar económicamente a Irán y no permitirle que exporte petróleo o gas. En tal caso, los buques cargueros de la nación persa, no podrían cruzar por el Estrecho de Ormuz, bajo jurisdicción iraní, y tampoco Irán podría recibir ayuda de otras naciones.
Es decir, Trump quiere que Irán decline sus banderas, y que, además de no desarrollar su programa nuclear con fines pacíficos, no exporte su petróleo y se rinda ante el imperio, asfixiado por tan irracionales medidas.

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