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Convertido Iraq en campo de batalla

16 de marzo de 2020

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Para el sufrido pueblo iraquí parece no haber tregua. Desde hace casi 40 años, de una forma u otra, no conoce otra cosa que la guerra. Era un país del mundo árabe que, apoyado en su abundante riqueza petrolera, avanzaba hacia el desarrollo y en algunos aspectos llegaba a ser puntero en la región del Medio Oriente.

El gobierno imperialista de Estados Unidos, entonces conducido por George Bush padre, se hizo cargo de que muchos de esos logros quedaran atrás lanzando la guerra de agresión que en 1990 se conoció como Guerra del Golfo, encubierta por una supuesta “coalición internacional” que los yanquis usaron como pantalla para desencadenar el ataque.

Al margen de los errores que pudo haber cometido el gobierno iraquí de aquellos tiempos, no cabe duda que fue un golpe motivado por los intereses geoestratégicos y económicos imperialistas, asociados a los del estado sionista de Israel, que siempre temió a un Iraq potente y comprometido con la causa palestina.

Los ataques terroristas contra las torres gemelas de Nueva York y otros objetivos fueron el pretexto aguardado por el genocida Bush hijo, entonces mandatario imperial, para culpar injustamente y sin prueba alguna al gobierno iraquí de ser culpable y organizador de tales atentados y así tener la ocasión de culminar la criminal tarea emprendida durante la Guerra del Golfo, esta vez contra un Iraq mucho más débil y deprimido por el bloqueo y las sanciones durante más de una década.

Ni el Consejo de Seguridad de la ONU fue capaz de impedir la agresión militar de gran escala y la posterior ocupación de ese país árabe, reducido a la condición humillante de colonia. Muchos señalan hoy a ese momento como el instante preciso en que la autoridad y el prestigio alcanzados por las Naciones Unidas comenzó su declinar indetenible.

Tras el saqueo y ocupación yanqui no ha habido paz para Iraq, convertido en el campo de batalla de los más diversos conflictos, aun los iniciados fuera de sus fronteras y trasladados a su interior como es el caso del titulado “Estado Islámico”, una fuerza cuyo origen y financiamiento aun permanecen en el misterio.

Tras una breve retirada, las fuerzas armadas de Estados Unido regresaron a Ira       y se establecieron otra vez en sus bases con el falaz argumento de ir a defender la soberanía iraquí, cuando realmente sus intenciones –como ha quedado demostrado– eran todo lo contrario, como habitualmente hacen los imperios en todas las épocas.

Al asentarse nuevamente en suelo iraquí, los yanquis no perseguían otro objetivo que consolidar su presencia militar en el corazón del Medio Oriente, convirtiéndola así en base de agresión contra Iran y Siria.

El asesinato, a manos de Washington, del general iraní Qasein Soleiman en el aeropuerto de Bagdad por parte de los misiles estadounidenses abrió un nuevo capítulo cuyo final es imprevisible. Lo cierto es que la guerra de los cohetes parece haber comenzado mientras el régimen de Trump aplaza una y otra vez la retirada de sus fuerzas, tal como le han exigido las autoridades actuales y el pueblo iraquí.

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