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Contrarrevolución expandida

29 de octubre de 2020

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Aún con los atisbos valederos y esperanzadores de los triunfos populares en Bolivia y Chile, aún incompletos, y la inconformidad por el desastroso manejo de la COVID-19 en naciones con suficientes recursos económicos, todavía prevalece vigente en el planeta la contrarrevolución que ha permitido al gran capital financiero estadounidense tomar el poder estatal e institucional del país y expandir esta contrarrevolución al resto del mundo.

Esto ha sido posible mediante las políticas neoliberales y los medios políticos y militares del Imperio, que tienen su origen en el “Powell Manifesto” de 1971, redactado por Lewis Powell y dirigido a la poderosa Cámara de Comercio de Estados Unidos.

Esta contrarrevolución tiene ya todos los medios institucionales a su disposición, en particular la Corte Suprema de Estados Unidos, a la cual Lewis Powell fue nombrado poco después de escribir su “manifiesto”, y desde donde llevó a cabo su misión subversiva hasta 1987.

Y desde hace cuatro décadas, con algunos breves intervalos explicables por cambios en la correlación de fuerzas entre jueces “liberales” y “conservadores”, la Corte Suprema ha seguido con empeño en el curso de la gobernanza de Donald Trump el desmantelamiento de las legislaciones y regulaciones del “Estado benefactor” de la época del New Deal.

Así se le da al gran capital nuevas y más poderosas armas legales que le permitan destruir todas las conquistas laborales, sociales y económicas ganadas por los trabajadores, consumidores y el conjunto de los ciudadanos estadounidenses.

Y es bien conocido que por las “exigencias” de mantener idénticos niveles “competitivos” en un “mundo globalizado”, cada medida que aplasta los intereses de los trabajadores y consumidores en Estados Unidos deviene inmediatamente el rasero que debe ser adoptado por el resto del mundo capitalista.

Como hemos señalado recientemente en este portal, la Corte Suprema está controlada por una mayoría de jueces conservadores, por lo cual está totalmente del lado del gran capital.

Ya habíamos comentado que una decisión de la Corte Suprema rechazó la demanda colectiva de un millón y medio de mujeres empleadas y discriminadas en términos salariales y de promoción laboral por la cadena comercial Wal-Mart y, de paso, puso severas limitaciones a cualquier tipo de demanda colectiva que sea presentada en el futuro contra cualquier empresa, con lo cual dio una guía virtual de cómo mejor discriminar.

Más aún, esta decisión permite en el futuro al gran capital inmunizarse de cualquier reclamo legal por discriminación de género, así como hacer obsoleto el sentido de las demandas civiles de reparar pasadas injusticias y promover un mejor comportamiento en el futuro, en particular en situaciones en las cuales las partes tienen poderes muy desiguales.

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