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Con o sin mafia (II y final)

17 de abril de 2014

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Escarceos escabrosos

Los detalles más escabrosos entre la relación de Frank Sinatra y la mafia tuvieron lugar durante la candidatura y posterior elección de John Fitzgerald Kennedy (JFK) como presidente de Estados Unidos y los contactos con el capo Sam Giancana.
Este y Frank Sinatra se conocieron en el Hotel Fontainebleau de Miami, pues el cantante tenía que actuar allí y el capo acompañaba a su novia, Phyllis McGuire, componente del grupo McGuire Sisters. Los dos italoamericanos hicieron buenas migas, y Giancana estuvo ayudando a Sinatra durante su época más aciaga, brindándole la oportunidad de trabajar en sus clubes nocturnos cuando nadie le contrataba.
Pero cuando Frank ni siquiera lo esperaba, Sam Giancana volvió a cruzarse en su destino. Durante la “campaña” de Sinatra para que JFK fuera elegido presidente de los Estados Unidos, el propio Sinatra concertó una cita entre Joe Kennedy (padre de John) y el vicepresidente del sindicato de camioneros Harold J. Gibbons.
Pero el encuentro, dispuesto para conseguir votos del sindicato de camioneros, fue poco o nada fructífero, por lo que Joe Kennedy pidió al cantante que hablara con Giancana para que éste contribuyera a conseguir votos en favor de su hijo en la zona de Virginia Occidental donde John debía ganar las primarias para conseguir la nominación demócrata.
En esa zona, el sentimiento anticatólico era muy fuerte, por lo cual era el lugar más difícil para conseguir esos votos. Sinatra en un principio se mostró reacio, pues no quería ser considerado tan influyente en un capo como Giancana, pero no quiso desaprovechar la oportunidad para hacer un favor a los Kennedy y accedió. Durante una partida de golf Frank le comentó a Sam el problema.
Gracias a la influencia del mafioso, los resultados de las primarias en Virginia Occidental fueron de 120 000 votos para JFK. Giancana nunca permitió que Sinatra y Kennedy olvidaran ese favor.
Pero lamentablemente para Sam Giancana, todas sus aspiraciones políticas (las suyas y las de Sinatra) terminaron, cuando John Fitzgerald Kennedy llegó a la Casa Blanca y, olvidando todo lo que el capo había realizado por su carrera, nombró a su hermano Bobby Fiscal General con la única premisa de terminar de raíz con el crimen organizado que, por otro lado, dominaba el país.
Giancana, hecho una furia, habló con Sinatra para que éste, a su vez, hablara con Kennedy y le aconsejara que detuviese la investigación contra el crimen organizado. Sinatra, quien estaba muy complacido acudiendo a las fiestas de la Casa Blanca, dejó plantado a Giancana y desobedeció sus órdenes. A partir de ese momento Sam, sintiéndose totalmente traicionado, decidió asesinar a Sinatra o, al menos, cortarle las cuerdas vocales para privarle de su más preciado don (curiosamente Sinatra sufrió esta amenaza también en una de sus películas).
Según cuenta Paul D’Amato, estaba todo preparado para el atentado contra la vida de Sinatra, cuando la misma noche en que se debía producir el asesinato, Giancana le telefoneó para decirle: “Déjalo Paul. Sería un crimen contra el mundo callar esta voz. No me lo perdonaría jamás”. Acto seguido Giancana puso el auricular frente a su equipo de música en el que estaba sonando Where are you? cantada por Frank Sinatra.
RESUMEN Y RECORDATORIO
Posiciones políticas incongruentes, discordantes y anticonsecuentes caracterizaron al buen cantante y actor norteamericano Frank Sinatra, atacado por colegas por su presunta complicidad en un intento de asesinato contra Fidel, como comentamos anteriormente.
El siempre lo negó, cuando aceptarlo hubiera sido un “aval” mafioso, aunque sus lazos con el submundo criminal italiano fueron expuestos en His Way, una biografía no autorizada que escribió Kitty Kelley y cuya publicación el cantante intentó impedir en vano.
Como Estados Unidos, al que durante medio siglo dio voz, Sinatra fue tremendamente contradictorio: romántico en sus canciones y brutal en su vida privada; conservador en muchos asuntos políticos, pero luchó duro contra el racismo y siempre se preció de su gran amistad con Sammy Davis Junior, con quien creía en la reencarnación.
Muchos que lo atacan no recuerdan que se opuso con todas sus fuerzas a la caza de brujas contra guionistas, directores y actores de Hollywood durante el periodo negro del macartismo. Documentales lo mostraron cuando regresó de la Unión Soviética, elogiando a un sistema que, subrayaba Sinatra, daba trabajo y comida a sus trabajadores, mientras en territorio norteamericano cundía el desempleo y el hambre.
Sinatra ganaba dinero del juego y las apuestas, pero luego daba enormes cantidades de dólares para todo tipo de causas filantrópicas y humanitarias. Fue tan buen amigo del presidente demócrata Kennedy como del republicano Richard Nixon, y en 1985 recibió de Ronald Reagan la Medalla de la Libertad, la más alta condecoración civil de EE.UU.
Aunque el actor australiano Mel Gibson decía que “cuando estoy triste pongo a Frank”, habría que escucharlo sin prejuicios, como se hace con cantantes de mucho menos nivel, pero más difundidos, teniendo en cuanta las palabras del locutor Howard Cosell, quien solía presentarlo así: “Frank Sinatra, que sabe lo que significa perder, que sabe lo que significa un gran regreso, que se mantiene de pie, eternamente, en la cima del mundo de la diversión; señoras y señores, aquí está Frank Sinatra”.

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