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Con las manos ocupadas

3 de julio de 2015

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Viviana trataba de cruzar la calle Línea, en el Vedado, para dirigirse a su escuela a realizar una de las pruebas del primer año de pre universitario.
Ya casi vencida la primera parte de la avenida de dos vías, un celular que llevaba en su mano izquierda, impactó en sus oídos. Una llamada la convertía en reo del descuido, de lo que se enteró muchas horas después, ya en el hospital Calixto García adonde fue traslada luego de ser impactada por un auto de alquiler (almendrón).
Al otro día, ya operada de su rodilla derecha y con la pierna casi toda cubierta por yeso, pudo saber que la fatídica llamada era de Karina, una de sus amiguitas de la escuela.
La pequeña mochila que portaba en su brazo derecho fue recogida por el chofer que la auxilió hasta el centro médico. Una libreta con anotaciones y algunos cosméticos, junto a las llaves de su casa y uno que otro papel, eran el todo el patrimonio de la adolescente.
Lo sucedido a Vivi, como le dicen familiares y los más cercanos amigos, es uno de los tantos casos que hoy se observan en nuestras calles, aceras y otros lugares públicos, de personas —jóvenes en su gran mayoría— que han optado por la moda y han tenido la posibilidad económica de tener celular, tabletas u otros instrumentos modernos de comunicación o entretenimiento y no prestan atención a la vía.
Para nada soy contrario al uso de estos medios y mucho menos al dominio de ellos por parte de la juventud. Pero lo que critico, y con toda fuerza, es que lo hayamos convertido en una especie de ritual, que absorbe toda la atención y desvía reflejos y neuronas que bien hubieran podido evitar accidentes de tránsito como el ocurrido.
El ejemplo anterior, verídico, provocó que la alumna estuviese 27 días con su pierna derecha inmovilizada y por tanto no pudo acudir ni a los repasos ni a los exámenes planificados para ese período.
Una vez rehabilitada y gracias a sus compañeritas de aula que fueron a verla cada día y le repasaban los temas a estudiar, la Vivi volvió a la escuela.
También por estos días, en un ómnibus de la ruta 27, cuando me dirigía del Vedado a la Habana Vieja, observé más de una indisciplina social vinculada con teléfonos móviles y otros aditamentos de música.
Cuando el ómnibus enrumbó por la calle Zanja, alguien recibió una llamada telefónica y gritaba ante decenas de pasajeros que no podíamos entender lo que ocurría. Entre los acelerones del chofer y la conversación del joven con su celular, que movía de un oído al otro mientras vociferaba, los que aun nos quedaban algunos minutos para nuestro destino final parecíamos reos de un ejercicio de locura colectiva, al que no faltaba el ingrediente de la alta música salida de otro “aparatico” de alguien que estaba parado pegado a la puerta trasera del ómnibus.
También en estos casos, cuando el autobús frenaba bruscamente —algo muy frecuente—, los susodichos portadores de celulares o MP3-4-5…, eran lanzados contra pasajeros indefensos, estuvieran sentados o en el congestionado pasillo del ómnibus.
No podían ellos aguantarse de asientos o tubos por tener sus dos manos ocupadas, una de ellas, por supuesto, con el móvil facilitador de caché o de honda, como ellos mismos argumentaban ante la protesta generalizada.
Dejo el tema aquí, aunque los ejemplos o más bien los malos ejemplos proliferan como yerba mala.
Pienso que hay que evitar que nuestros hijos sean víctimas, como lo fue Viviana, de la fatalidad de un accidente cuya causa principal fue no prestar atención al cruzar la calle por tener sus sentidos “ocupados” en una llamada que le llegaba a través del celular o estar escuchando música a altos decibeles.
Tampoco los reiterados hechos de indisciplina social como el que presencié en la ruta 27 debemos permitirlos, no es correcto que proliferen en detrimento de una gran mayoría de personas que usan el ómnibus como medio para trasladarse y no como discoteca.
Reflexionemos todos, porque, estoy seguro, que cada día habrá más celulares y mas dispositivos de música pero deben usarse en el momento y lugar indicados, sin desviar la atención de lo que estamos haciendo.

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