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Con dos que “no se quieran”… no basta

10 de marzo de 2020

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Hace una semana, cuando en la ciudad de Doha, en Catar, Estados Unidos y los Talibanes firmaron un llamado «Acuerdo de Paz», la conclusión era obvia: eso no será cumplido.

Por cuestiones de geopolítica, se está imponiendo en el mundo un modo de «resolver» los conflictos, siempre con supuestos acuerdos que rubrican, por una parte Estados Unidos y por la otra, alguno de los factores implicados en el problema.

Se impone tal «solución», ya sea, como en este caso, por una necesidad electoral del mandatario Donald Trump o, donde lo mismo se entra que se sale de guerras como si se tratara de una oferta dentro de la bolsa de valores de Nueva York.

Resulta que, en lo firmado entre Washington y los Talibanes, no participó el gobierno afgano, que tampoco fue invitado al acto, más mediático que otra cosa, donde «otros» decidieron la fórmula para «alcanzar la paz».

Un día después, el gobierno de Kabul dijo no aceptar un acápite del documento, donde se establece el compromiso del actual mandatario, Ashraf Ghani, de liberar hasta 5 000 prisioneros talibanes a cambio de que los guerrilleros hicieran lo mismo con unos 1 000  miembros de las fuerzas militares afganas.

Como seguimiento a lo pactado en Doha, este martes debía comenzar el llamado «diálogo inter-afgano, con la participación de los Talibanes, las autoridades locales, la oposición y la sociedad civil, en busca de un espacio de consenso sobre el futuro del país.

Pero un nuevo y grave componente de la inestabilidad política del país asiático, exacerbada por la invasión y ocupación de tropas militares estadounidenses y de la OTAN, ha dado la razón a quienes opinamos que la paz sigue siendo una quimera en esa nación.

De manera simultánea, este lunes el actual jefe de Estado, Ashraf Ghani y su principal adversario, Abdulá Abdulá, se han declarado presidentes de Afganistán. Mientras el primero usaba un salón del Palacio Presidencial en ceremonia de juramentación del cargo, transmitida por la televisión, su contrincante hacía igual acto en otra sala, aunque con menos invitados y las imágenes fueron llevadas por una televisión privada hacia algunas partes del país.

La situación recuerda a los peores momentos de las elecciones de 2014, en las que los dos mismos protagonistas afirmaban haber salido vencedores, lo que provocó una crisis constitucional que duró  tres meses, según citan medios de prensa.

Esta vez, el portavoz de los Talibanes, Zabihulá Muyahid, declaró a AFP que «nada es más importante para esos líderes que sus intereses personales».

La propia agencia de prensa refiere que en los últimos comicios presidenciales, cuyos resultados llegaron en febrero por el gran número de denuncias por irregularidades interpuestas por los candidatos, Ashraf Ghani obtuvo el 50,64% y Abdulá Abdulá, el 39,52%.Sin embargo, el candidato derrotado rechazó los resultados y los tachó de «traición nacional».

En este escenario, la incertidumbre se sigue adueñando del país y la mejor prueba de ello es que el mediático «Acuerdo de Paz», rubricado entre Talibanes y Estados Unidos, fue estremecido unas horas después de su rúbrica por un ataque del llamado Estado Islámico que causó la muerte a 32 personas en Kabul, la capital afgana, el pasado viernes.

Una muestra más de que «con dos que no se quieran…no basta» y mucho menos cuando por encima de esos dos está un tercer elemento, Estados Unidos, con 16 000 militares en esa empobrecida nación y que, aunque el Acuerdo firmado con los Talibanes habla de retirada de esas tropas… todo sigue igual.

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