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Compromiso sin anillo

29 de julio de 2015

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No pretendo, ni mucho menos, oponerme a esa tradición de larga data, de que una pareja —hombre y mujer— porten anillos de compromiso, para identificar si tiene novio o novia o simplemente si es casado o casada. Me quiero referir a otro compromiso, para el que no hacen falta anillos, sino voluntad, para sostenerlo y cumplirlo.

 
Y aunque me digan que los tiempos son otros, cosa que es verdad, en el caso cubano existe un compromiso de siempre, renovado sí, pero denegado nunca. Y ese debemos defenderlo con todas nuestras fuerzas.

 
No pocas veces oído decir que en estos tiempos en Cuba muchas personas ignoran el compromiso individual o colectivo a la hora de enfrentar una tarea. “Esos muchachos no están comprometidos con nada que no sea ellos mismos”, me enfatizó un amigo.
Esta, como otras muchas aseveraciones, padece generalmente de ser absoluta, lo que es equivalente a que sean superficiales.

 
“Los tiempos son otros”, es verdad; pero los compromisos existen y deben recordarse, chequearse, exigirse por su cumplimiento.
Ahora es más complicado porque a una generación de jóvenes que no vivieron etapas de “compromisos” anteriores, hay que explicarle bien y mostrarle ejemplos sobre lo que le estamos hablando.

 
Para que un joven trabajador de hoy pague el sindicato o la MTT de manera voluntaria y oportuna, tiene que saber qué es el sindicato, para qué sirve, por qué cada cubano debe contribuir a la defensa de la Patria. En fin, saberse comprometido con algo de lo que está consciente porque tiene toda la información.

 
El tema pasa necesariamente por el funcionamiento de nuestras organizaciones —del Partido en primer lugar, la UJC, el Sindicato y otras que puedan existir de acuerdo al sector en el que trabajamos—.
Para que el “compromiso” no sea formal, como ocurre respecto a muchas tareas, hay que convencer, dialogar y nunca imponer.
Y, en mi opinión, la mejor manera de lograrlo es involucrando a cada joven en la vida del centro, en los problemas a resolver: oírlos y dialogar incluso cuando sabemos que no tienen toda la razón.

 
Recuerdo cuando mi sindicato establecía los “compromisos” de cada trabajador para ir al trabajo voluntario, levantar un edificio con microbrigadas que le ofrecían la oportunidad de tener donde vivir; y también cuando un grupo de trabajadores se ponían de acuerdo y hacían el “compromiso” para visitar a compañeros enfermos o para alquilar un transporte que los llevara a la playa el fin de semana.
Ahora bien, el tema “compromiso”, creo que es algo que nos compete a todos, jóvenes y menos jóvenes, y a las organizaciones de base en cada centro estudiantil o de trabajo.

 

 
El primer compromiso es con uno mismo. Si se es estudiante es el de estudiar, nunca usar el fraude como tabla de salvación para aprobar una asignatura y no permitir que un padre o madre con dinero pueda comprar a alguien para que le pase de grado a su hijo.
Si es trabajador, el compromiso es con el trabajo, con el lugar donde te encuentras; y tampoco permitir que el bichito de la corrupción mine tu vida.

 

 
En uno u otro caso —y hay muchísimos más— corresponde a las instituciones, organizaciones de base y a los directivos con su ejemplo, la labor paciente y firme de persuasión y convencimiento para que ese trabajador se sienta verdaderamente comprometido.
No importa entonces si lleva en uno de los dedos de su mano un anillo de compromiso.

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