ribbon

Compromiso con el pueblo malgache

10 de enero de 2019

|

 

No muy claro, pero sí alentador es el compromiso del recién electo presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, de echar pie en tierra para aliviar la sufrida vida de su pueblo, su disposición al mayor sacrificio para que cada habitante vuelva a sonreír, y hacerse perdonar porque en su anterior mandato presidencial pecó de superficial y no supo manejar ben los problemas de la gobernanza.

Por lo pronto, sí parece salir indemne de cualquier sospecha de corrupción, es propietario de medios de comunicación que dice estarán al servicio de los más necesitados y tiene el sueño de no sólo lograr erradicar el hambre y la pobreza, sino de construir una moderna civilización malgache.

Rajoelina venció al también ex presidente Ravalomanana, con un 55,66 % de los votos frente al apoyo del 44,34 % de los votantes que obtiene su viejo contrincante, en unos comicios donde sólo votó el 48,11% de una población de 25 millones de habitantes -el 76,7% pobres- en la mayor isla de África, con una extensión de 587 040 kilómetros cuadrados, rodeada por el océano Índico y separada del continente africano por el canal de Mozambique.

No todos los malgaches ven esta elección como una oportunidad para que las cosas mejoren, pero Rajoelina desborda de optimismo,

Empero, muchos no olvidan que fue la misma figura que tomó el poder por la fuerza hace casi una década -tras alegar una violación constitucional- y que sumió a Madagascar en una larga crisis política, que aún continúa, es hoy el encargado de devolver esta nación a flote.

 

Rajoelina

Nacido en 1975 en Antsirabe, Rajoelina destacó con menos de 20 años como pinchadiscos en diversos espectáculos musicales de Antananarivo, hasta introducirse en el 2000 en el mundo empresarial.

Poco después se convirtió en propietario de las emisoras de radio y televisión Viva y su juventud e imparable ascenso le valieron el sobrenombre de TGV -siglas del tren de alta velocidad francés-, pseudónimo con el que se inicia en la política.

En diciembre del 2007, con 32 años, resultó elegido alcalde de Antananarivo y un año después se situó al frente de una campaña contra el mandatario Marc Ravalomanana, a quien acusó de violar el derecho a la libertad de expresión tras clausurar Viva por una entrevista al ex jefe de Estado Didier Ratsiraka.

El cierre de las dos emisoras a manos del gobierno, que consideró un atentado contra la “paz y la seguridad” del país, desembocó en una manifestación en Antananarivo el 26 de enero del 2009, encabezada por Rajoelina, en la que murieron al menos 91 personas en incidentes violentos.

Cinco días después, el joven empresario se autoproclamó “al frente de los asuntos del país”, designó un gabinete de “transición” y, con ayuda del Ejército, dejó su puesto como alcalde y derrocó a Ravalomanana en un golpe de Estado.

Los disparos de la guardia presidencial contra seguidores de Rajoelina que pretendían acercarse al palacio presidencial causaron 27 muertos en un primer momento y 140 en total.

Ravalomanana fue entonces condenado a cadena perpetua y, en marzo del 2009, se exilió a Sudáfrica, donde vivió durante los siguientes cinco años.

Desde el golpe, el régimen de Rajoelina fue sometido al ostracismo internacional y suspendido dentro de la Unión Africana (UA) y de la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC), hasta que se restableció el orden constitucional.

En septiembre del 2011, ambos líderes acordaron una hoja de ruta para la transición política que previó la convocatoria de elecciones en el 2012, pese a que finalmente no se celebraron hasta el 8 de mayo del 2013.

Ni Rajoelina ni Ravalomanana, causantes de la crisis política malgache, se presentaron a estos comicios -en los que venció Hery Rajaonarimampianina-, con el fin de devolver al país la estabilidad perdida cuatro años atrás.

Sin embargo, sí que lo hicieron en las elecciones del 7 de noviembre del 2018 –empañadas por acusaciones de fraude–, en las que los dos resultaron finalistas para una segunda vuelta electoral celebrada el pasado, en la que prevaleció Rajoelina.

 

Conclusión

Madagascar es sinónimo de películas de animación, atracciones turísticas y fauna espectacular, pero menos se sabe acerca de su situación real. Sin importancia geoestratégica, no recibe atención mundial pese al hambre generalizada, el aumento de la pobreza y las enfermedades infecciosas

Andry Rajoelina prometió que esto no continuará y, aunque falló en su primer intento, ahora está dispuesto a hacer el sacrificio necesario para hacer feliz a su pueblo.

Comentarios