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Cómo se ejercita nuestra democracia

27 de noviembre de 2017

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Domingo 26 de noviembre. Un día antes y todavía hoy, el pueblo, recordamos a Fidel en el primer aniversario de su partida física a la eternidad.

Hoy es día de elecciones generales en Cuba. Y el  recuerdo  del Comandante está presente en cada acción que emprendemos. Votar es también cumplir con el legado de Fidel, quien una y muchas veces explicó con todos los detalles la verdadera dimensión de la palabra democracia.

Esta vez, en mi Colegio Electoral instalado en la Escuela “Eusebio Cañer” en las calles 19 y 2 en el Vedado capitalino, fuimos muchos los que acudimos temprano para constatar la apertura de ese ejercicio democrático.

A las 7 de la mañana el Himno de la Patria fue cantado con emoción y firmeza. Decenas de personas de la tercera edad, adultos, jóvenes y adolescentes aplaudimos cuando el Presidente de la Comisión Electoral  abrió la urna y la expuso ante todos: completamente vacía. Luego la selló y la puso al lado de dos pioneros, ahora encargados de custodiarla y de dejar constancia del derecho ciudadano con un ¡Votó!, exclamado cada vez que un elector salía de la cabina íntima donde marcaba con una cruz por el candidato de su preferencia.

En el mural de la entrada del Colegio, una al lado del otro, estaban expuestas las fotos y biografías de ambos propuestos que ahora se sometían al escrutinio público.

Como en los comicios cubanos no se permite que se haga propaganda proselitista por ningún candidato a ejercer un puesto público, ya sea a nivel de circunscripción, municipio, provincia o nación, cada votante —de así considerarlo— podía volver a leer las biografías e, incluso, precisar detalles que le permitieran marcar con una cruz en la casilla de uno u otro aspirante.

Ya cumplido con mi voto, en un diálogo conmigo mismo,  me vienen a la mente varias preguntas que trato de contestarme.

Pienso en las elecciones en otros muchos países del planeta, en los miles de militares involucrados en el cuidado de las urnas y en la protección del ambiente electoral. Pienso en las bayonetas y los fusiles confundidos con boletas y urnas.

Entonces reflexiono: ¿dónde están los soldados o policías que cuidan las urnas en Cuba?

No los hay. No hacen falta. Los pioneros las cuidan y el pueblo todo las protege. El ambiente es de orden, disciplina, entusiasmo, serenidad, confianza, mucha confianza.

Otra interrogante: ¿Es democrático que en muchos países el que gana las elecciones es el que más dinero disponga para hacer promesas y para pagar propaganda sobre su persona o su partido?

Pienso entonces en las promesas incumplidas una vez alcanzada la victoria. En el dinero que se esfuma y en las medidas que se aplican para obtener más dinero con recortes sociales, privatizaciones masivas que afectan la educación, la salud, el empleo y que encarecen de la noche a la mañana los servicios básicos de electricidad, agua y otros.

Así, en esas meditaciones, converso con otros muchos que van saliendo del Colegio Electoral. Y, como si fuera poco, nos convocamos —unos y otros— para estar presentes cuando concluya la votación y la urna se abra públicamente, para proceder—con el pueblo como testigo— al conteo de los votos.

Faltaba un cuarto de hora para el cierre de la votación, cuando llegué nuevamente al recinto electoral. Allí fui testigo, una vez más, de cómo se puede ejercer la democracia sin tanta fanfarrea, sin policías o soldados para cuidar las urnas y sin dinero para pagar propaganda electoral. Allí estaban los pioneros junto a los representantes del pueblo. Cada voto se expuso y contó, mientras la secretaria de la Mesa registraba la acumulación de cruces a favor de cada candidato, las casillas en blanco o las boletas anuladas. De todo quedaba constancia y el pueblo era el único testigo. Esas son nuestras elecciones. Esa es nuestra democracia.

 

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