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¿Cómo leer la derrota de EE.UU. En la OEA?

26 de junio de 2017

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Sorprendido y desconcertado debe haber quedado el gobierno imperialista de Estados Unidos al fracasar por tres ocasiones consecutivas en su febril intento por obtener algún tipo de declaración condenatoria e intervencionista contra la República Bolivariana de Venezuela y su gobierno constitucional libremente elegido.

Todo parecía estar previsto para lograrlo durante  la reciente Asamblea General de su  Ministerio de Colonias (OEA), celebrada en Cancún, donde Washington y algunos  acólitos daban por seguro verse favorecidos por la derechización y sometimiento al Imperio de ciertos regímenes latinoamericanos, alterando la correlación interna en el seno de esa organización haciéndola retroceder a tiempos aún peores.

Los cálculos imperiales, sin embargo, fallaron esta vez y –como les ha ocurrido en más de una ocasión–, la prepotencia y el triunfalismo no fueron suficientes para alcanzar el objetivo que se proponen desde hace varios meses, posiblemente aconsejados y alentados por un fiel servidor como el secretario general Luis Almagro, que aún pretende ganar méritos y sinecuras.

La diplomacia firme, inteligente y valiente del gobierno venezolanohizo trizas  nuevamente las ilusiones de quienes, desde la OEA, guían el rumbo de las bandas armadas vandálicas de la oposición golpista venezolana, enfurecida y desesperada ante el fracaso sucesivo de sus planes desestabilizadores en el afán de recuperar los poderes perdidos hace casi veinte años.

Contrariamente a lo que suponían Trump, Almagro y sus aduladores la diplomacia combinada y efectiva del ALBA (Alianza Bolivariana de los pueblos de Nuestra América) y de la CARICOM (Comunidad del Caribe) resultó inconmovible e inderrotable, frustrando así las maquinaciones que buscan el aislamiento político y diplomático de Venezuela como primer paso hacia una intervención militar directa si es preciso.

Tales son las ideas demenciales e irresponsables del Imperio y sus seguidores en estos menesteres quienes parecen ignorar las consecuencias tremendas que ello tendría no solo para el país bolivariano sino para la región en su conjunto.

Basta  con mirar el mundo a nuestro alrededor para percatarse de lo que ha significado en otros lugares del planeta esa misma política de agresión e intervención.

Quedan aún, afortunadamente, sensatez y responsabilidad como la que han evidenciado el gobierno venezolano con sus constantes llamados al diálogo político, los expresidentes Zapatero, Fernández y Torrijos y el grupo de países convocados que han aceptado incorporarse a esas gestiones: Uruguay, República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y San Vicente y las Granadinas.

El fracaso de todos los intentos antivenezolanos que se intentaron en la Asamblea de la OEA en Cancún y aún desde antes, requiere de una lectura novedosa y desprejuiciada no solo por parte de los defensores y amigos de la paz en Venezuela sino también por parte del obsesionado imperialismo y sus acólitos.

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