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Colosal engaño

30 de diciembre de 2021

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Cuando a comienzos de la década de los 90 del pasado siglo se produjo la disolución del Tratado de Varsovia, que integraba la URSS junto a los países del entonces campo socialista europeo (excepto Albania y la no alineada Yugoslavia), no pocos voceros aparentemente autorizados del gobierno imperialista de Estados Unidos en aquello momentos (era Clinton) afirmaron, en contrapartida, que también había llegado el momento de disolver la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), agrupación militar de los países capitalistas de Europa occidental -que formaban la Unión Europea de aquellos tiempos-, a los que se unían Turquía y Canadá, todos encabezados por un mando militar regido por Estados Unidos, con un general estadounidense al frente.

Los citados voceros alegaban en esa ocasión, que al desaparecer un mundo dividido en dos bloques de países antagónicos, no eran ya necesarias ambas alianzas y que podían desaparecer en aras de un mundo más cercano a la paz y al equilibrio.

Así lo hicieron saber, en especial a la contraparte rusa, quienes confiados en tales afirmaciones las acogieron con satisfacción y esperanza, tal como ocurrió en las demás regiones del mundo, incluso las más alejadas de Europa.

La vida demostró y los hechos confirman actualmente que todo no fue más que un colosal engaño, uno más en la larga cadena de falsedades, dobles raseros o burdas mentiras que la diplomacia estadounidense esparce por el mundo desde la aparición del Imperio hegemónico con ansias de dominación sin límites.

La OTAN, lejos de disolverse, amplió sus objetivos y su radio de acción y pasó a utilizar su fuerza intervencionista en otros continentes, lanzando guerras de agresión y destruyendo países que nunca más han vuelto a la normalidad ni a la paz, y hoy son la principal fuente de la emigración incontrolada que llena el Mediterráneo y otros mares de cadáveres inocentes.

De la destrucción de Yugoslavia como estado nacional, pasó a Siria, Libia, Irak y Afganistán, amenaza a Irán y juega con fuego de manera insensata e irresponsable acosando a Rusia, con un secretario general que lejos de ser factor de moderación y prudencia actúa como un empleado del Departamento de Estado yanqui: una especie de Luis Almagro europeo.

En su furia expansionista la OTAN creó la categoría de “país extra OTAN”, que otorga a los gobiernos de cualquier región del mundo, siempre que se hayan caracterizado por su servilismo, obediencia y abyección, como en el caso de Colombia en estos momentos.

En conclusión, las pretensiones de la OTAN por convertirse en imperio mundial no radican en Bruselas sino en Washington, que la manipula y utiliza como mascarón de proe; todos hemos sido víctimas de aquel colosal engaño, que fue la supuesta disolución del agresivo pacto.

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