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Colonialismo trasnochado

26 de agosto de 2019

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A lo que ocurre con el presidente estadounidense Donald Trump y su empeño en pasar a la historia como el que más disparates diga, o el que más amenazas haga, se agrega ahora su obsesión de magnate inmobiliario, y lo mismo se propone comprar a Dinamarca una Isla como Groenlandia, que su última y horrenda propuesta de cambiar a Puerto Rico por la citada ínsula ártica.
En las redes lo mismo se habla de sentido del humor, que de equívocos ofensivos. Algunos, lamentablemente, hasta le ríen las gracias o aceptan sus desentonadas propuestas.
Cuando se le ocurrió la oferta de comprar a Groenlandia, las autoridades de Dinamarca lo calificaron de irrespetuoso. La Isla no está en venta, respondió la primera ministra de esa nación, mientras otros representantes de diversos sectores políticos condenaron tal iniciativa colonialista.
Incluso, era tan serio el supuesto chiste, que cuando Trump recibió la digna respuesta de quienes se sentían ofendidos, el arrogante presidente de Estados Unidos suspendió una reunión cumbre que ya tenía programada con los anfitriones dinamarqueses.
Y, para que se le conozca bien, argumentó: no asistiré a la cita porque las autoridades de aquella nación no han mostrado interés en la propuesta de compra que le hice.
Pero los días han transcurrido y Trump no se adapta a dejar de aparecer en el centro del mundo mediático.
Por eso, este viernes, llevó su interés de negociante inmobiliario a términos aún más humillantes y ha vuelto sobre el tema de Groenlandia con la idea de cambiarla por Puerto Rico.
Un despacho noticioso refiere que el asunto tiene un tono tragicómico. Y lo que es más difícil de aceptar: «muchos boricuas han respondido con risa festiva a esa extraña proposición», señala el propio despacho de prensa.
Algunos refieren que el signo ominoso de bromear con entregar territorios de un país a otro, tiene un tono de colonialismo trasnochado y ofensivo hacia los habitantes y los terruños en cuestión y, en el caso específico de Trump es una muestra más del desdén que reiteradamente ha manifestado hacia los puertorriqueños.
Me imagino a los boricuas, aún con las marcas materiales del terrible azote del huracán María y con la humillación a la que fueron sometidos cuando tardíamente los visitó Trump y les llevó como «regalo» unos cuantos rollos de papel sanitario, y que ahora los quieran «cambiar» por otra Isla con mayores recursos naturales, por supuesto.
Proponer a Puerto Rico como una moneda de cambio en su desenfrenado apetito de expandir sus riquezas, es como recordarles a los puertorriqueños que ¿disfrutan? de ese eufemismo colonialista de Estado Libre Asociado, dependiente de Estados Unidos.
Ver para creer. Y saber que a este señor Trump, hay grandes sectores dentro de su país que lo apoyarían en una segunda elección como el magnate inmobiliario, inquilino de la Casa Blanca.

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