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Colombia: un antes y un después

25 de noviembre de 2019

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Nadie duda ya que el paro nacional convocado para el 21 de Noviembre en Colombia marcó un antes y un después en la historia reciente de ese país andino. La forma organizada y masiva, pacífica pero firme, en que salieron millones a las calles de las principales ciudades de un extremo a otro de la vasta nación sorprendió incluso a sus propios organizadores, pero sobre todo aterrorizó al régimen Uribe-Duque, sumergido en la prepotencia, el abuso, el crimen, el desconocimiento de las demandas populares y la entrega servil a Donald Trump.

La represión policiaca y militar desatada fue acompañada, ante el temor de los gobernantes asustadizos, por el toque de queda que alcanzó a Bogotá, -tal vez recordando el régimen los días del Bogotazo de 1948 del pasado siglo,- y se extendió a otras ciudades como Cali.

Fue realmente una mezcla y combinación de factores lo que contribuyó al estallido social colombiano e involucró, por vías aparentemente distintas a trabajadores, campesinos, maestros, estudiantes, indígenas originarios, intelectuales, artistas y otros sectores populares históricamente víctimas de la poderosa, insensible, criminal y corrupta oligarquía colombiana.

El candidato presidencial Gustavo Petro, que participó en las marchas, afirmó certeramente que “el pueblo perdió el miedo y se lo traspasó al gobierno”. No olvidar que Petro reunió más de ocho millones de votos a su favor en los comicios presidenciales más recientes y que esa debacle gubernamental acaba de ser confirmada en las elecciones parciales.

A partir de la llegada del régimen Uribe.Duque y la promulgación de sucesivas medidas antipopulares, el descontento acumulado creció vertiginosamente por todas partes. El pueblo se sintió engañado y frustrado por las manipulaciones respecto a los Acuerdos de Paz, que evidenciaron el propósito de hacer regresar el conflicto armado que la mayor parte del país, -con excepción del sector más guerrerista de la oligarquía y los pàramilitares a su servicio,- deseaba concluir en términos justos como los acordados.

Centenares de asesinatos impunes de líderes sociales y sindicales y los guerrilleros acogidos a la pacificación han contribuido a crear el ambiente de insurgencia social y rebeldía que estalló el 21 de noviembre.

De este modo, la situación creada por los actuales gobernantes bajo las órdenes del imperialismo norteamericano fueron llegando a su clímax cuando pusieron al territorio colombiano como punta de lanza y base de operaciones contra el gobierno constitucional de la vecina Venezuela, experimentando un fracaso vergonzoso en los planes intervencionistas serviles a Washington.

En resumen, el régimen Uribe-Duque está cosechando lo que sembró y ahora aplica un apresurado doble rasero, donde pretende conjugar la represión y el crimen con las ofertas de apaciguamiento que este tipo de gobiernos habitualmente ofrecen cuando sienten que el suelo tiembla bajo sus pies.

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