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Colombia en la encrucijada

14 de marzo de 2014

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Los resultados de los comicios legislativos celebrados el pasado domingo han servido para mostrar, por una parte, que Colombia se aproxima a una encrucijada de su vida política y, por otra, mostró también que crecen el escepticismo y la falta de confianza en el dilatado sistema político y electoral que ha prevalecido en ese inmenso país sudamericano, prácticamente desde mediados del pasado siglo, paralelamente al conflicto armado interno prolongado, también como consecuencia de las injusticias y las profundas desigualdades sociales.

Las recientes elecciones legislativas se han celebrado teniendo como telón de fondo a los diálogos de paz en marcha desde hace más de un año entre el actual gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC-EP, el más importante e influyente grupo guerrillero del país y cuyo desenlace final pudiera depender, -en buena medida-, de la composición surgida en el Senado y la Cámara de Representantes, encargados de validar y encauzar esos acuerdos, si en definitiva se logran y se suscriben por ambas partes, hoy en una compleja mesa de discusión.

Es evidente que, tras la audaz decisión del presidente Santos de reanudar los diálogos de paz con la guerrilla, intentados antes por otros gobiernos pero nunca concluidos exitosamente, se introdujo un nuevo y decisivo elemento en la política colombiana y a partir de ese momento la poderosa clase oligárquica dominante mostró una clara división en dos tendencias fundamentales: la que apoya la política gubernamental de diálogo y busca el fin del largo conflicto porque considera las nuevas condiciones de paz como más favorables para su desarrollo futuro y la que opina que su futuro como clase dominante depende de la probabilidad de liquidar definitivamente por la vía militar a la insurgencia armada, dando continuidad a la violencia iniciada hace más de 60 años y contando con el apoyo irrestricto de Estados Unidos, como ha sido hasta ahora.

Los resultados electorales reflejaron una escandalosa abstención de más del 70 por ciento, pues de casi 33 millones de electores habilitados solo concurrieron poco más de 14 millones. En la composición del Senado y la Cámara no hubo cambios espectaculares, si bien la mayoría obtenida en ambos cuerpos por parte de los partidos que integran la coalición gubernamental logró superar al llamado Centro Democrático del ex presidente Uribe, principal fuerza de oposición y enemiga de los diálogos de paz.

Este balance podrá tener una influencia importante si en algún momento llegan al Congreso los acuerdos de paz y es necesario convalidarlos por parte de ambas Cámaras, donde se presagia una fuerte contradicción. Esta votación también parece confirmar la posibilidad mayor en cuento a la reelección del presidente Santos en las elecciones del próximo mes de mayo, lo cual es también una certeza de que, – si no se presentan escollos de magnitud-, los diálogos de paz  podrán proseguir hasta obtener los resultados que la gran mayoría de la población anhela, como paso previo e imprescindible para enfrentar los numerosos conflictos sociales, administrativos y humanos que agobian al país.

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