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Colombia a medio camino y en retroceso

30 de agosto de 2019

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La decisión de una sección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) de regresar a la lucha armada es una lógica consecuencia del incumplimiento gubernamental de los Acuerdos de Paz firmados en el 2016 en La Habana, causante del empeoramiento de los males que agobian el país y, enlo que concierne a la organización guerrillera, de la muerte de más de un centenar de combatientes que habían depuesto las armas
La parte política de las FARC-EP, presente en el Parlamento, representada por el líder de la organización, Timoshenko, expresó su desacuerdo con los comandantes que regresan al campo de batalla, señalando que cumplirá con el acuerdo, porque tiene su palabra empeñada.
Ahora algunos se alarman, porque suponen que losreincorporados a la lucha armada pueden unir sus fuerzas a las del Ejército de Liberación Nacional, que ha accedido a conversar con el gobierno, pero siempre alerta, y ahora con más razón.
Ignoro cuántoscombatientes de los más de 31 000 que teníanlas FARC-EP volvieron a empuñar las armas, pero es algo que se veía venir, como ese axioma de “tanto fue el cántaro a la fuente…”.
Detrás de todo esto está una estudiada política elaborada por EstadosUnidos que el actual régimen ha ido cumpliendo, y para ello cuenta con una muy activa presencia del paramilitarismo, que ha ido subiendo sus apuestas para lograr dinero fácil en base al asesinato metódico de líderescomunitarios, sindicales e indígenas, además de los ex combatientes.
Cumplir la palabra empeñada, en tan difíciles, por no decir peligrosas circunstancias, no deja de ser un mérito valiente, pero no por ello se puede culpar a quienes retoman las armas no sólo para preservar sus vidas, sino para lograr la liberación del pueblocolombiano,
Era iluso pensar que el gobierno intentará acabar con el paramilitarismo, cuando este es un fuerte instrumento de su quehacer para terminar con la vida de quienesconsidera sus principales enemigos.
Si hubiera voluntad política se hubiera acabado con el problema paramilitar, adoptando un conjunto de iniciativas encaminadas hacia ese fin. Con acciones aisladas y parciales, sólo se obtuvo un reciclaje de unos paramilitares por otros, de unos nombres por otros, usualmente en las mismas regiones y con acumulación de víctimas y deterioro de la democracia y de las libertades públicas.
La situación actual no va a resolver a fondo el problema, sino, más bien, lo va a reproducir. Lo peor que le puede pasar al país es quedar varado en un asunto que requiere de un timón firme, de unas medidas de amplio espectro y de largo aliento.
Pero todo ha quedado a medio camino y en retroceso, por lo cual combatientes desmovilizados volvieron a tomar las armas, porque, además de no encontrar oportunidades para rehacer sus vidas, estaban siendo asesinados metódicamente, mediante un plan elaborado por las inteligencias norteamericana y local.
Toda la responsabilidad de lo que acaba de ocurrir con el regreso a las armas de parte de los comandantes y combatientes de las FARC-EP recae sobre el gobierno de Iván Duque, culpable también de que los más de tres millones de colombianos víctimas del conflicto se vean frustrados en sus expectativas de reconocimiento y reparación por falta de un programa que dé satisfacción a las deudas sociales.

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