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Caradura Trump

31 de octubre de 2019

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Pese a estar envuelto en un escandaloso ciclo en el que es amenazado por un juicio político y el rechazo de millones de personas a su política para satanizar a la migración, Donald Trump no cesa en su campaña para conseguir la reelección presidencial, no importa quien caiga y a quien haya que sacrificar, aunque no sé si en esto último esté incluido su huelespalda Marcos Rubio.

Así, decenas de miles de espectadores le abuchearon y gritaron “Enciérrenlo”, cuando asistió en Washington a un juego de la Serie Mundial entre los Nacionales de la capital estadounidense y los Astros de Houston, y pocas horas después recibía en Chicago el más glamoroso y clamoroso de los abucheos de opositores de todo tipo contra su política de persecución a los migrantes.

No sé si surgirá otro candidato republicano que lo sustituya, pero parece imposible alguien que, a pesar de lo anterior, pueda reunir más fanáticos entre las huestes republicanas.

Ahora recibe el aliento de haber tenido protagonismo en la supuesta muerte de un presunto líder del terrorista Estado Islámico, entidad que Estados Unidos ayudó a crear para lograr sus planes hegemónicos en el Medio Oriente.

Asimismo, hace una falsa retirada de Siria, pero acumula fuerzas militares y bases en las zonas del norte donde roba el petróleo del país árabe.

Es decir, pase lo que pase con Siria como invadida o Turquía, como invasora, o con la expulsión de los kurdos de origen sirio, los militares norteamericanos se aferrarán como macaos a la tierra donde se encuentran importantes yacimientos, por lo que, pienso, habrá que darle “candela” para que “suelten”.

El mandatario retoma promesas incumplidas, en medio de la crisis financiera y comercial que encara dentro de su país, en tanto esgrime presuntos logros en lo internacional, específicamente en la campaña imperialista contra Afganistán., donde los insurgentes ya controlan las tres cuartas partes del país, pese a los bombardeos de tierra arrasada.

En este aspecto sobresale todo lo contrario que prometió a electores cansados de guerras, y que coadyuvaron a su victoria en la lucha por la presidencia.

En ese entonces hubo sospechas o por lo menos errada coincidencia en analistas “objetivos” que dieron por seguro que Trump temía enrolarse en la aventura afgana que comenzó Bush y prosiguió Obama.

Ello coincide con sus esfuerzos para mantener la tradicional política de terrorismo de Estado norteamericano con nuevos y fuertes matices contra los gobiernos de Latinoamérica, a la que considera su “patio trasero”.

Así, ordena bloqueos de todo tipo para doblegar a Venezuela y Cuba, incrementa sus amenazas contra Nicaragua, monta un golpe de Estado contra el triunfante presidente boliviano, Evo Morales, y se prepara para nuevas agresiones a otras regiones latinoamericanas que le están saliendo “respondonas”.

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