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Caminos peligrosos que conducen a Rusia

9 de febrero de 2014

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Dediqué bastante tiempo a leer materiales, revisar informaciones en Internet y consultar otras fuentes —pasivas y activas—, en busca de una posible explicación sensata sobre las razones de Estados Unidos y Europa para involucrarse —¡y de qué manera!— en los conflictos de Siria y Ucrania.
Me convencí entonces que el camino nos lleva inexorablemente a Rusia, potencia económica y militar mundial, básica en el equilibrio que aun pueda existir entre su poderío y el de Washington; y con gran influencia por sus relaciones económicas, culturales, históricas y políticas con ambos países.
En el caso sirio, la ruta a la que apostó Estados Unidos fue la de la derrota del presidente Bashar al Assad, la caída de su gobierno; dar el poder a los sectores opositores más proclives a Occidente; y, por consiguiente, romper la línea de relaciones entre Damasco y Moscú, por supuesto, pasando por Irán, que sería el próximo objetivo una vez derrocada la administración siria.
Se trata, por mucho, de un concepto geopolítico que va más allá o que, incluso, pasa por encima de diferencias religiosas y —lo más grave— aceptando y hasta financiando a grupos terroristas afiliados a Al Qaeda.
Sabe Occidente que llegar a Rusia para desestabilizarla —como en los peores tiempos de la guerra fría—o en última instancia agredirla de ser necesaria la confrontación directa, tiene no solo los obstáculos internos de un país poderoso, un gobierno firme y decidido, una política fuerte y una diplomacia de vanguardia junto a una poderosa fuerza militar; sino que cuenta con gobiernos y pueblos allende las fronteras, capaces de formar parte del bastión con que tendría que estrellarse todo intento de agresión.
En cuanto a Irán, sabido es que Estados Unidos y Europa han usado el tema del desarrollo nuclear para crear una cortina de hierro desestabilizadora, con un poder mediático totalmente comprado, de manera que el compromiso histórico de Teherán de desarrollar esa energía con fines pacíficos, se ha hecho ver ante el mundo como una mentira que oculta intenciones militares.
Ya el Pentágono se alistaba para atacar a Siria. Pero Rusia —léase Vladimir Putin— lanzó la advertencia temprana y hasta aseguró que en caso de una agresión a Siria, Moscú intervendría.
Ahí mismo Obama puso freno a su impulsiva arrogancia y optó por participar en el proceso de diálogo entre las autoridades de Damasco y la oposición, por supuesto, siempre condenando a Bashar al Assad y favoreciendo a los terroristas, a quienes financia junto con algunas monarquías del Golfo, como Qatar y Arabia Saudita.
En el caso iraní, el gobierno de Teherán ha mostrado una mayor inteligencia que las de quienes lo amenazan, y han puesto las cartas sobre la mesa en cuanto a la verificación de que su programa nuclear es con fines pacíficos.
Ahora se ha abierto otro frente: Ucrania, donde la injerencia occidental es palpable, atizando a una oposición desenfrenada que quema edificios, mata a policías, se apodera de instalaciones públicas y crea una verdadera inestabilidad gubernamental.
Ucrania tiene una amplia frontera con Rusia pero, lo más importante, son sus vínculos económicos, comerciales, energéticos, culturales e históricos, que contribuyen a su estabilidad y desarrollo.
No olvidemos que cuando se desintegró la Unión Soviética y Ucrania se declaró país independiente, vivió ocho años de una total crisis económica, solo superada a partir del año 2000 y donde Rusia contribuyó mucho a que saliera del abismo.
En esta nueva crisis —a partir de la no aceptación por Kiev de las condiciones que impone la Unión Europea para su asociación—, fue Rusia quien puso sobre la mesa un préstamo de 15 000 millones de euros y bajó el precio de sus productos energéticos, a favor de que Ucrania no volviera a caer en los difíciles momentos de la década de los 90.
Pero la oposición, a la que ya el Gobierno ucraniano cedió con la supresión de algunas leyes y la dimisión del Primer Ministro, pide más, exige la renuncia del Presidente y la terminación de los lazos con Moscú.
Esos reclamos —por cierto muy parecidos a los que hace la llamada oposición Siria en cuanto al gobierno de Assad— son abiertamente estimulados por Washington y la Unión Europea, que envían a sus ejecutivos a presionar al Presidente, se reúnen con los sectores opositores, y prometen ayuda económica para cuando llegue el momento del “tránsito”, es decir de la caída del actual mandatario.
Claro, muy claro: Ucrania, al igual que Siria, son caminos que conducen a Rusia y en geopolítica imperial lo más importante es ir ganando espacio para acercarse cada vez más a su objetico máximo y final: Moscú.

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