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Cambio demográfico para mal

28 de enero de 2017

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Las nuevas protestas populares en demanda de reformas democráticas para Bahrein están asiendo enfrentadas a sangre y fuego, con agentes policiales que a pie, encapuchados, y en vehículos blindados que disparan con balas reales contra los manifestantes.

Un número no determinado de víctimas ha cobrado esta represión, insuflada por las tensiones creadas después de que el régimen monárquico absolutista de la Familia Al Jalifa ejecutara a tres activistas prodemocracia por supuesta participación en un incidente en el 2014, que causó la muerte a un oficial de los Emiratos Árabes Unidos que asesoraba a las fuerzas de seguridad en su represión contra la población.

Poco después de que el régimen bahreiní anunciara las ejecuciones, manifestantes enojados tomaron las calles expresando su rechazo a la represión contra los disidentes y denunciando el juicio, que estuvo basado en confesiones extraídas bajo la tortura.

La situación ha llegado a tal punto que los denominados

sabios islámicos instaron el jueves al pueblo a ser paciente, pero firme con el fin de enfrentar esta etapa crítica que el país está viviendo.

Una declaración conjunta firmada por varios sabios del país ha pedido a los habitantes de Bahrein que se unan y sigan el liderazgo sabio representado por el prominente clérigo shiita, el Ayatolá Sheij Isa al Qassem.

“Hacemos hincapié en la importancia de respetar el consenso nacional en la búsqueda de la paz”, dijo el comunicado.

Pero la cuestión es mucho más grave de lo que hasta aquí está expuesto, y es que desde hace cinco años está en marcha una operación para deshacerse de la mayoritaria población musulmana shiita, a la que acusan de seguir los dictados de Irán, en tanto las autoridades, influidas por Araba Saudita, están siguiendo los pasos de lo que está haciendo Israel en los territorios árabes ocupados: deshacerse de la población autóctona y sustituirla con judíos llegados del extranjero, a quienes se instalan ilegalmente en asentamientos.

En el caso específico de Bahrein, además de eliminar físicamente a los aborígenes o hacerlos emigrar, se está nacionalizando a miles de trabajadores foráneos, en su mayoría paquistaníes y jordanos de la rema musulmana sunita.

Esto es un taimado proceso que se lleva a cabo desde el 2011, cuando estalló la farsa de la revolución de la primavera árabe. En aquel momento, las autoridades locales utilizaron tanques de guerra y acudieron al ejército saudita para sofocar la rebelión popular.

Según estadísticas, por lo menos cien personas perdieron la vida, centenares resultaron heridas, 4 500 fueron detenidas.

Tres manifestantes fueron condenados a muerte y otros 22 a cadena perpetua, y se comenzó una ola de despidos que dejó desempleada a una gran parte de la población mayoritaria shiita, la más pobre, mientras no se tocaron los intereses del poder real, que se sigue beneficiando en gran medida con las riquezas derivadas del petróleo y el turismo.

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