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Callejón sin salida afgano

1 de octubre de 2020

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Pese a las conversaciones de paz entre el Talibán de un lado y el gobierno afgano y asesores estadounidenses del otro, la guerra continúa en Afganistán 19 años después de iniciada la agresión e invasión de Estados Unidos, que nunca ha podido controlar plenamente al país centroasiático.
Lo cierto es que tropas norteamericanas siguen llegando al país, a pesar de continuadas afirmaciones de Donald Trump de queempezaría a retirarlas, pero el inquilino dela Casablanca no quiere dar señales de “debilidad”, tiene que seguir dócilmente a los magnates de la industria armamentística y recabar su apoyo para que le ayuden a ganar una reelección que la pandemia del coronavirus, la contracción de la economía y la represión a negros e inmigrantes le podría resultar esquiva.
Esta es una guerra olvidada por los medios de comunicación occidentales, porque EE.UU. no ha podido salir airoso en una conflagración contra uno de los países más pobres del mundo, a pesar de haberlo utilizado como tubo de ensayo de sofisticados armamentos y a mercenarios y terroristas de toda laya, incluidosmiles de remanentes del Estado Islámico para tratar de atajar las inobjetables victorias talibanas.
No es posibleofrecerexactamente cómo está la guerra, y más cuando no contamos con los medios de comunicaciónidóneos y es imposible fiarse de esos comunicados que rebajan a 3 000 la cifra de civiles muertos y aumentan a 10 000 la de los talibanes por año.
Afganistán es una nación que ha sido arrasada en gran parte por la aviación norteamericana, que ha dejado caer hasta “superbombas”, sólo superadas por las atómicas que EE. UU. lanzó contra Hiroshima y Nagasaki, además de contaminar grandes extensiones de tierras, aunque no cuando están sembradas con la bellísima amapola, esas que pueden dar la heroína, que convierten al atrasado país en potencia mundial en ese rubro, con el 80% de la producción enviada a Europa.
La continuación de la agresión a Afganistán revela la incapacidad de los dirigentes norteamericanos para lograr una victoriaimposible, bajo el pretexto de la guerra contra el terrorismo, y vengarse de vengar la destrucción de las Torres Gemelas neoyorquinas, aún no plenamente aclarada.
Y es que cuando el gobierno de George W. Bush decidió incursionar allí, en el 2001, solo quienes conocían al detalle la complejidad de su sociedad y, en general, las historias de este territorio temían lo que dicha aventura podría durar.
Aquellos temores se hicieron realidad, y hoy Intenta forzar una negociación con los talibanes, quienes controlan más de la mitad del país.
Noséquétrataracon este paripé de conversaciones de paz, cuando más crece internacionalmente el desprestigio de una administración especializada en romper compromisos y retirarse de acuerdos que pueden llevar bienestar al mundo.
Estados Unidos persiste en una estrategia que busca evitar que este país sea controlado por un gobierno adverso, pero elude una intervención mayor, porque teme al fantasma de Vietnam.

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