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Brasil: nueva etapa y nuevas luchas

2 de noviembre de 2018

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Los resultados electorales de Brasil –tanto de primera como de segunda vuelta– han servido para llegar a conclusiones de todo tipo; no obstante, eran ya previsibles pues las circunstancias en que se produjo el amañado proceso electoral venían haciéndose visibles desde hace tiempo, previas aún al golpe de estado parlamentario-judicial y mediático contra la presidenta constitucional Dilma Rouseff.

Comenzó entonces a desarrollarse un sainete de teatro político cuyo libreto iba directamente encaminado contra el Partido de los Trabajadores (PT), contra su líder indiscutible Luiz Inazio Lula da Silva y contra la posibilidad de que esa fuerza política pudiera volver a gobernar, liquidándola a toda trance.

Con el apoyo del gobierno imperialista de Estados Unidos y la llegada de la Administración Trump a la Casa Blanca, la conjura inicialmente orquestada por la oligarquía brasileña y los partidos de la derecha tradicional vinculados a ella, ganó posibilidades de llegar finalmente a una fase exitosa y cumplir para este sector sus propósitos de recuperación de los espacios perdidos a manos del PT durante la pasada década.

La vida, sin embargo, es más rica que todos los esquemas y ante la desprestigiada y desgastada derecha política tradicional brasileña surgió la figura del ex capitán del Ejército y oscuro diputado Jair Bolsonaro que sorpresivamente capitalizó –mediante un mensaje falaz y demagógico– a amplios sectores del sufragio históricamente correspondientes a esa derecha tradicional agrupada en los partidos PSDB (Social Demócrata) y MDB (Movimiento Democrático Brasileño).

Al quedar definitivamente aplastados sus candidatos en la primera vuelta, tanto el PSDB como el MDB y las fuerzas judiciales y mediáticas que los acompañan no tuvieron otra alternativa que orientar su apoyo hacia Bolsonaro –al que, no obstante, temen por su mentalidad fascistoide e inclinación a la represión y la violencia– uniendo así sus esfuerzos en la segunda vuelta de la desigual campaña, con el PT acorralado por todos los flancos.

Una sorpresa de estos resultados fue, sin dudas, la votación recibida por el candidato del PT, Fernando Hadad, quien en una campaña de pocos días, con todos los grandes medios de comunicación en contra, con el líder del Partido encarcelado y aislado, con los llamados “medios sociales” digitales llenos de noticias falsas y calumnias que nunca fueron condenadas por un tribunal electoral parcializado sin recato, fue capaz de acercarse al 50 por ciento de la votación, reteniendo áreas habituales de influencia.

Por otra parte, el PT se mantuvo como la primera fuerza política dentro de la Cámara de Diputados: no pudo ser liquidado, como era el propósito de sus enemigos –al menos por ahora– aunque enfrentará una difícil situación y tratarán de mantenerlo bajo hostigamiento, intentando dividirlo y anularlo.

Inexorablemente, Brasil entra en una nueva etapa y ella estará acompañada por nuevas realidades y nuevas luchas. Dependerá en buena medida de la actuación del régimen recién llegado, con un peligroso y preocupante mensaje que lo acerca al fascismo, la represión y la violencia.

La derecha tradicional oligárquica corre también el riesgo de pagar el precio de su apoyo a Bolsonaro y tendrá posiblemente que pedir la protección y mediación de Estados Unidos si es golpeado por el régimen.

En cuanto a los sectores populares que abogan por la soberanía nacional y la justicia social, está claro que ingresan en un nuevo tipo de lucha que les demandará –como nunca antes– unidad, estrategias lúcidas y audaces, junto a mensajes claros y esclarecedores y acciones que les permitan robustecer los vínculos con la población de ese enorme país.

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