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Brady quedó atrás

8 de noviembre de 2017

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La unión de la desidia, el afán de lucro y la violación de los derechos humanos hacen un menjurje tan perjudicial para el ser viviente que solo cuando alguien de alguna trascendencia es perjudicado, se actúa en consecuencia, e incluso en un tiempo limitado.
Así ocurre con las continuadas matanzas en Estados Unidos, la más reciente de las cuales conllevó la muerte de 26 personas y heridas a otras 24 de las 50 asistentes a un culto en la Primera Iglesia Bautista del pequeño poblado de Southerland Springs en el estado de Texas, a manos de un ex militar que tuvo tiempo de cargar repetidamente hasta el último cartucho.
Antes conmovió, pero nada más que eso, el asesinato de 60 personas a manos de un adicto a las armas en Las Vegas, Nevada, quien también hirió a otras 600 de las 22 000 asistentes a un festival de música country.
El tirador, quien luego se suicidó, había adquirido sin molestia aluna un dispositivo que permitía a su moderno rifle semiautomático disparar 800 balas por minuto.
Esta cuestión, que la tratamos recientemente en este portal, sigue cobrando caracteres gigantescos, y solo mueve a inútiles discusiones parlamentarias en las que siguen proliferando los congresistas pagados por el lobby de la Asociación Nacional del Rifle, benefactora de Donald Trump en la más reciente campaña presidencial.
Cada vez que ocurre algo de este tipo, Trump se limita a decir que tales personas tienen problemas mentales, algo que no tiene discusión, porque muchas de ellas son desmovilizadas de las abusivas e injustificadas guerras de agresión de Estados Unidos en el exterior; y otras víctimas de la propaganda a favor de la tenencia de armas, como parte del síndrome del miedo que llega a causar la continuada repetición de que hay que estar preparados ante un posible asalto

 

ESTADÍSTICAS ASESINAS

 

Lo cierto es que 93 personas mueren cada día en Estados Unos a causa de las armas de fuego, y su discusión en el Congreso son ahogadas por el partidismo y los grupos de presión que también son “ahogados” por el dinero de quienes se benefician con el negocio en el país con la producción y venta más altas de estosinstrumentos de la muerte en el mundo.
La sección de estadísticas en la página web de la Campaña Brady es un golpe frío de la realidad en el acalorado debate sobre las armas de fuego en Estados Unidos. Proporcionalmente, cada día 309 personas reciben disparos, 93 de ellas,subrayo, mueren. En un año, equivale a 114 994 personas, de las que 33 880 fallecen. Las cifras suponen una anomalía en el llamado mundo desarrollado. Como también lo es el cálculo de que hay nueve armas por cada diez ciudadanos. Es la proporción más alta en el planeta.
Estos son los datos detrás de sucesos como los de Las Vegas y la pequeña localidad texana, al que se une el ocurrido recientemente en Alexandria (Virginia), en que un hombre abrió fuego contra congresistas republicanos que jugaban al béisbol. Hubo cinco heridos, incluido el líder de la bancada conservadora en la Cámara de Representantes, Steve Scalise, quien permanecehospitalizado.
Podría parecer una incógnita el impacto que puede tener el tiroteo a Scalise en el Partido Republicano que en los últimos años se ha opuesto a endurecer los controles de venta. El derecho a portar armas es un principio sacrosanto para los conservadores. Y tras cada matanza, han defendido que haya más personas armadas para defenderse, no lo contrario. Por lo ´pronto, Trump y su esposa Melanie ya lo visitaron y conversaron con él, así que, pienso, “aquí no ha pasado nada”.
A falta de esclarecerse los hechos, algunas informaciones apuntan a que el tirador de Alexandria utilizó un rifle semiautomático de estilo militar. Ese tipo de fusil fue el que empleó en junio de 2016 un individuo calificado de terrorista que mató a 49 personas en una discoteca de Orlando, Entonces, resurgió el debate político sobre la prohibición a la venta de esos rifles, que se levantó en el 2004. Un año después, nada ha cambiado.

 

SIN REGRESO

 

Pero con muertes, escándalos y todo lo peor que ello conlleva no pueden hacer regresar la época en que se puso un freno a la venta de armas, logrado en circunstancias similares a la ocurrida con los cinco congresistas republicanos, y que llevó el nombre de la Campaña Brady por James Brady, quien era el jefe de prensa y portavoz de Ronald Reagan, cuando en 1981 él y el presidente recibieron un impacto de bala de un hombre.
Reagan se recuperó, pero Brady quedó postrado en una silla de ruedas. Se convirtió en un ferviente defensor de un mayor control de armas y logró que el Congreso aprobara en 1993 una ley, bautizada con su nombre, que endureció los requisitos. Desde entonces, se han denegado tres millones de ventas.
El caso de Brady ilustra cómo el impacto de tiroteos es el único factor que desencadena reformas significativas en el acceso a pistolas y rifles en EE UU. La clave, sin embargo, es que solo ocurre con determinados tiroteos, esos que afectan a algún personaje significativo.
La cultura de las armas, cuyo uso queda amparado por la Constitución-mediante una Segunda Enmienda obsoleta- la presión de votantes y del lobby de los fabricantes, lastra los intentos de reforma en el Capitolio. El último cambio legal significativo en todo el país es del 2007, cuando se amplió la prohibición de venta a personas con trastornos y delincuentes. Las mayores iniciativas en los últimos años las han impulsado los Estados.
En el 2011 ya resultó herida por disparos la congresista demócrata Gabrielle Giffords. Desde entonces, sufre una discapacidad mental y encabeza una cruzada a favor de un mayor control a las armas, pero su caso no logró propiciar el consenso necesario entre los legisladores.
Tampoco lo propició la muerte en el 2012 de 20 niños y seis adultos en una escuela de Connecticut. Tras la matanza, el presidente Barack Obama propuso extender el control de antecedentes, prohibir los rifles de asalto y limitar el número de balas. No logró los votos suficientes en el Congreso. El día en que la votación fracasó, Obama leyó un comunicado en la Casa Blanca. A su lado estaba Giffords.

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