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Borrador sionista

15 de agosto de 2016

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No solo Google, sino otras entidades similares se han dedicado a dar a conocer “accidentalmente” un nuevo mapa de Israel donde han ”desaparecido” los límites de Jerusalén y Cisjordania, quedando solo la estrecha, abarrotada y paupérrima Franja de Gaza como única identidad de Palestina.
En realidad, se amplían más los espacios que ocupan los colonos israelíes en Cisjordania, cuyos habitantes son marginados a zonas estrechas y desérticas, carentes de agua y otras condiciones para sembrar, además de los depredadores ataques fascistoides.
El vandalismo ocurre con toda impunidad, con el apoyo militar y hasta judicial de las autoridades sionistas, e ignorancia de leyes y decretos de Naciones Unidas que tratan nominalmente de evitar la expulsión de los palestinos y la ocupación colonizadora.
Esta situación ha tomado ahora proporciones más alarmantes, con un Benjamin Netanyahu en el poder que hace caso omiso de plañideros ruegos europeos y supuestas discordias con un gobierno norteamericano que tiene que obedecer al fuerte dominio sionista en Estados Unidos, por sobre todas las cosas.
Se hace corriente las fotos con aldeas palestinas demolidas, mientras sus habitantes son expulsados, luego de la destrucción de sus cultivos de olivos.
Incluso, se burlan de la pretensión del presidente norteamericano, Barack Obama, de impedir la consecución de más asentamientos y lograr la creación de un Estado palestino, cuestión rechazada abiertamente por Netanyahu, quien goza del apoyo de la mayoría derechista y de los ultras (¿peores que él?) en su gabinete.
Ni la mediación de Washington ha podido parar la política de exterminio de Tel Aviv, cuyo régimen se ríe de los “regaños” de sus aliados.
Netanyahu, a quien siempre se le atribuyó el abierto apoyo militar y económico de Alemania -no importan declaraciones y apariencias-, había accedido desde julio del 2013, a la reanudación de negociaciones con los palestinos, bajo los auspicios del Departamento de Estado. John Kerry logró sentar otra vez a la mesa a Netanyahu y su contraparte de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.
Israel debía mantener congeladas las construcciones de nuevas viviendas en Jerusalén oriental y Cisjordania, e ir liberando en tandas a palestinos que estaban presos desde antes de 1993, cuando se firmaron los acuerdos de Oslo entre Yitzhak Rabin y Yasser Arafat. O sea, presos que llevaban 25 años o más entre las rejas del sionismo.
Pero en el curso del 2014 tales acuerdos se rompieron, porque Tel Aviv sólo liberó las dos primeras tandas de prisioneros (en la segunda, apenas 26 personas) y porque el gobierno del derechista Likud continuó con las construcciones ilegales en territorio palestino.
Tal como siempre sale a la luz, el dominio israelí sobre la política oficial norteamericana cualquier tipo de conversación es una pantomima, porque Tel Aviv sigue ocupando tierras ajenas.
No debemos olvidar que se sospecha la implicación sionista en los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, de los que Washington y Tel Aviv sacaron provecho.
Y es que los muy organizados sionistas tienen tomadas las riendas de los principales grupos de poder en Estados Unidos, donde, dice el politólogo James Petras, ”están activos apoyando cualquier cosa que haga Israel: matar palestinos, incluso niños; desplazar familias, cortar árboles de olivos; lo que sea, los sionistas siempre lo justifican”.

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