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Bolivia: Haciendo justicia

18 de marzo de 2021

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Una nefasta tradición política y jurídica de América Latina y el Caribe ha sido –con escasas excepciones– la permanente impunidad con que los golpistas, asesinos, torturadores y violadores en los tantos regímenes dictatoriales y tiránicos que ha padecido la región, han podido escapar a sus culpas y crímenes, incluidos los económicos, y aún emerger en futuras situaciones políticas en sus mismos países, donde cometieron las fechorías.

La combinación y el accionar siniestro de los ejércit6os y policías, junto a los jueces venales, las oligarquías saqueadoras y corruptas, los medios de comunicación que son parte del sistema y los viejos grupos políticos tradicionales, todos en estrecha unión y servidumbre con el imperialismo de Estados Unidos, han posibilitado esta complicidad que busca pasar las páginas más sangrientas y reagruparse para próximos desmanes cuando llegue de nuevo el momento propicio.

Es un cuadro que hemos visto repetirse una y otra vez y cuyas consecuencias aún se pagan en países del continente que han sido víctimas de ese trágico círculo vicioso al que no han podido poner fin.

Cuando –como en la Bolivia actual– un gobierno popular elegido por la brumadora mayoría de los votantes, como pide la desprestigiada y desmoralizada Carta de la OEA, decide hacer justicia finalmente y llevar ante los tribunales del Estado para ser juzgados en debido proceso a los delincuentes políticos, violadores de la Constitución y las leyes y ejecutores y autores intelectuales de las masacres más terribles contra el pueblo inerme, entonces los sicarios y cómplices como Luis Almagro ponen en el cielo su grito hipócrita e inmoral.

Aunque algunos de los principales criminales lograron huir y hoy disfrutan de sus riquezas en su acogedora madre patria –los Estados Unidos– otros deberán responder ante la justicia y ante el propio pueblo al que asesinaron  y saquearon.

Esa posibilidad aterra también, por la fuerza de su ejemplo y el valor de sus enseñanzas, a algunos de los vecinos, que tiemblan al vislumbrar la posibilidad de que algún día tengan que rendir cuentas seriamente de sus desmanes. Bolsonaro, por ejemplo, tendría que enfrentar sus culpas ante la montaña de cadáveres que ha acumulado por su comportamiento irresponsable y criminal ante la COVID-19, solo comparable al de Donald Trump.

Para que América Latina y el Caribe se aproximen a un futuro de paz y desarrollo, con soberanía y equidad social, es necesario que los procesos de justicia, como el que se ha abierto en Bolivia lleguen a su culminación y puedan consolidar de este modo a las democracias siempre amenazadas de la región.

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