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Bastión antiterrorista

20 de diciembre de 2016

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El asesinato del embajador ruso y el incremento de los indiscriminados atentados con bombas en Turquía muestran la venganza de los terroristas del Estados Islámico y otros grupos afines de lo que se considera “traición” de Ankara, al aliarse en la lucha emprendida contra el mal en el Medio Oriente, que, sin dudas, tiene su mayor expresión en la decidida política del presidente ruso, Vladimir Putin.

De todas maneras, Turquía no es un aliado seguro, y tampoco se puede contar con Estados Unidos, que desoye los llamados rusos para emprender una acción común y, por el contrario, sigue armando a los “terroristas buenos”, y hace que países de la Unión Europea sigan sus dictados, y prolonguen las sanciones económicas contra Moscú, al que no le perdonan mantener una política soberana en la cuestión ucrania.

En este contexto, la real unión en la lucha antiterrorista se fortalece con la colaboración entre Rusia y China, a la que ahora se incluye a Irán, al tiempo que se trata de mantener una política coherente al efecto con Turquía.

No podría ser de otro modo, cuando Estados Unidos, reitero, sigue armando con modernos cohetes antimisiles a grupos terroristas que dice atacar en el Medio Oriente, los cuales dirigen sus armas contra Siria e Iraq y tratan de exterminar a los kurdos Peshmerga, que combaten exitosamente al Estado Islámico.

EE.UU., sus aliados europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y acólitos de la región, con la presencia de Tel Aviv desde otro ángulo, ven con preocupación una alianza que puede romper la hegemonía norteamericana, y que cuenta con una población de 1 500 millones de habitantes, 29 millones de kilómetros cuadrados y una economía que representa el 22% del Producto Interno Bruto mundial. Dos de sus integrantes, China y Rusia, son poseedores del arma nuclear y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el respectivo derecho a veto. Está dotado, igualmente, de un poderío militar, capaz de contrapesar, en las áreas de disputa, en el campo naval, terrestre y aéreo, a la OTAN, así reconocido por altos mandos de la Alianza noratlántica.

Como todos conocemos, EE.UU. ha actuado con su espíritu depredador en muchas partes del mundo, con intervenciones militares en Serbia y Kosovo (1999), Afganistán (2001 hasta el presente), Iraq (2003-2011 y 2014 hasta el presente), Libia (2011) y Siria (2011 hasta el presente a través de terroristas), lo cual constituye una potencial amenaza para Rusia.

Y es que para Vladimir Putin, Siria, con su cerca de medio millón de víctimas mortales como resultado del conflicto planeado y provocado por EE.UU., es un experimento de lo que los norteamericanos pretendan hacer con la Federación Rusa en un futuro, para eliminarla como rival geopolítico, geoestratégico y geoeconómico (por su condición de superpotencia energética global o por sus reservas internacionales, por ejemplo), siguiendo el camino de la disuelta Unión Soviética. Y tras Rusia, Irán y China podrían ser las siguientes.

Dicho sea de paso, EE.UU. ha de ser considerado el principal responsable de haber causado las víctimas de la guerra de Siria por haberla provocado, y por su creación y patrocinio del terrorismo radical sunita que combate al Estado sirio, y que causa ahora, diariamente, centenares de víctimas mortales en Iraq.

Es lógico que EE.UU., un estado patrocinador del terror, sea incluido entre los componentes de tal grave realidad, lo cual ha sido respondido por Rusia, China e Irán con la consolidación de un bastión antiterrorista, que no se ha quedado solo en el nombre.

Este ha tenido que ser ampliado, por la decisión norteamericana de echar más leña al fuego coreano con la instalación de modernos cohetes antimisiles con cabezas nucleares en Corea del Sur, bajo el pretexto de la posesión del arma atómica por la República Popular Democrática de Corea, que alega un espíritu disuasorio, para impedir una agresión del imperialismo.

China, Rusia e Irán han comenzado a concretar, subrayo, una cooperación estratégica, al amparo de la decisión de sus gobiernos y con vastas zonas del planeta sujetos a conflictos bélicos o contenciosos de máxima tensión política. Ello, y perdonen la redundancia –que considero necesaria– en el marco de coordinar decisiones y acciones respecto a la agresión que sufre especialmente el pueblo sirio, como también el de Iraq y con ello ampliar su base de influencia, no sólo hacia otros conflictos que afectan su entorno y hasta su seguridad interna, sino también desarrollar amplias líneas de relaciones con gran parte del mundo. Sobre todo en planos donde Washington y Europa han desechado el estrechar relaciones, más concentrados en su “guerra global contra el terrorismo” que en desarrollar lazos económicos, culturales y políticos que acercaran, por ejemplo, a Latinoamérica a estos ejes de poder.

Tal acercamiento de las tres naciones antiimperialistas no es una idea que se haya levantado de la noche a la mañana. Sin duda ha sido catalizado por la acción de grupos terroristas takfirí, que tienen entre sus miembros a militantes de movimientos y mercenarios que provienen también de territorios rusos y chinos, constituyéndose en una amenaza contra esos países, que no puede ser desdeñada.

En el caso chino, por ejemplo, el acercamiento de las Fuerzas Armadas con el gobierno sirio –al amparo de los propios acuerdos que Rusia e Irán tienen con el país árabe– constituye un cambio de naturaleza estratégica en la manera en que China se conducía en materia de conflictos internacionales.

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