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Barbarie imperialista en Yemen

9 de agosto de 2017

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Una verdadera catástrofe provocada por la contrarrevolución mundial se profundiza en Yemen, donde siete millones de personas están a punto de morir de hambre y otros 19 millones padecen de desnutrición y pueden fallecer de forma violenta por los bombardeos o lenta causada por la falta de alimentos y agua potable, sin que llegue una adecuada ayuda internacional y los ´débiles clamores de las agencias humanitarias sean escuchados.
O sea, millones de yemenitas se encuentran muy cerca de morir por la agresión de la coalición contrarrevolucionaria liderada por Arabia Saudita, la cual hace el trabajo sucio ordenado por las potencias imperialistas, principalmente Estados Unidos, con el silencio incluso de quienes se titulan izquierdistas y están en connivencia con los traidores a las masas populares.
Porque hay que decir, y se habla poco de esto, que la lucha de años del pueblo yemenita ha tenido connotaciones ideológicas, en lo que a veces ha prevalecido el marxismo-leninismo, cuando en el sur fue fundada hace años la Republica Democrática Popular de Yemen, que luego se fusionó en el norte con la República Árabe de Yemen, para enfrentar la eterna confrontación con los reyes sauditas, derrotados repetidamente en invasiones, a pesar de pagar con camiones cargados de oro y piedras preciosas a disímiles elementos mercenarios, entre jefes de aldea.
Malos gobiernos y labores de la inteligencia enemiga dieron al traste con la unidad nacional, hasta llegar a la situación de hoy, en la que las rebeliones populares han sido aplastadas por la reacción interna y externa.
En todo esto el juega el plan imperial para impedir la activa solidaridad de clase yemenita con sus hermanos del Medio Oriente, reverberando la propaganda islamofóbica y antimusulmány envenenando la conciencia de las masas.
Yemen fue un eslabón de la cadena de la enorme revolución por el pan que recorrió todo el Magreb y Medio Oriente, pero ello adoleció de bases firmes y se cree fue preparado por agentes del Imperio, con el fin de preparar a una contrarrevolución que recorrió esa ruta, con el genocidio en Siria, el golpe militar en Egipto, la masacre en Bahréin y el golpe fascista de Heftar en Libia, con el consiguiente asesinato del líder Muammar el Ghadaffi, todo bajo el auspicio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
La propaganda es acerca de evitar la “guerra santa”, la Jihad, pero los alzados no son jihadistas, sino oprimidos que quieren librarse de sus opresores.
Son los obreros y campesinos pobres que ya no soportan más vivir en condiciones de hambre y esclavitud, cuando bajo sus pies están las más grandes riquezas del oro negro con el que funciona el sistema capitalista mundial. O cuando es la principal reserva de mano de obra, como es la clase obrera yemenita, para la construcción de las fastuosas infraestructuras de los jeques árabes de Dubái y sus islas artificiales y hoteles de 5 y 6 estrellas.
La respuesta a la rebelión es conocida, se siente es la ruidosa muerte por las bombas y la callada por el hambre, sin que se vislumbre el salvamento que detenga esta barbare imperialista en Yemen.

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