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Aumenta injerencia imperial en Ucrania

10 de noviembre de 2016

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La injerencia de Estados Unidos y de sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se hizo más patente con el envío de nuevos armamentos al ejército ucraniano que desde hace varios días reanudó sus ataques de artillería contra Donetsk y Lugansk, zonas del este que no reconocen al gobierno de Kiev.

El afán de cercar a Rusia, desestabilizarla y provocar la caída del gobierno de Vladimir Putin ha sido una constante de los recientes gobiernos norteamericanos, que el saliente de Barack Obama –un Premio  Nobel de la Paz– ha profundizado en numerosos aspectos.

Y es que la desestabilización de Ucrania entraña connotaciones geopolíticas que van más allá del golpe de Estado inducido para instalar un régimen/laboratorio neonazi a las puertas de Europa.

Tales acontecimientos conducen a conjeturar que con esta agresión se busca alterar el rumbo al orden internacional multipolar gestado en la última década e impedir su consolidación, y en su lugar imponer un orden internacional hegemónico, opresor, militar y con utilización de mercenarios, capitaneado por la plutocracia de EE.UU.

Analistas aseguran que la agresión político-militar está develando que todos los caminos conducen finalmente a una guerra frontal con China, aunque ahora se trate de descartar cualquier elucubración al efecto. Empero, pienso que Rusia es el principal objetivo.

Para llevar a cabo este arriesgado sueño imperial, Washington y Bruselas –sede la OTAN– utilizaron todos los estilos posibles del denominado golpe blando, al que le subrayaron brotes extremadamente violentos para infundir pánico, con lo cual controlaron la Plaza Maidán, en Kiev, y no se descarta que, en un futuro no lejano, intenten hacer algo similar en la Plaza Roja de Moscú y en Tiananmen, Beijing.

Ahora con Donald Trump como presidente entrante, no sé como funcionarán estos planesimperialistas durante el corto tiempo que le queda a Obama, pero conocemos que el poder detrás de ello, que siempre ha gobernado en Estados Unidos, ha decidido actuar con más agresividad ante la pérdida de influencia y de poder.

Este declive acelerado viene acompañado de una profunda crisis económica y energética, aprovechada electoralmente por Trump ante un público desencantado por esa y otras graves situaciones.

Como muchos conocen, el afán de acumulación del modelo capitalista de producción depredó, destruyó y agotó los recursos naturales y energéticos, y contaminó todos los ecosistemas del planeta.

El crecimiento económico es cosa del pasado. Sin energía es imposible crecer. Para crecer económicamente se requiere aumentar el consumo de energía, y a la inversa, sin aumento del consumo de energía es imposible crecer económicamente. Por lo tanto, si un sistema basado en el crecimiento económico infinito no puede crecer está abocado a un colapso.

Ucrania acusa ser un revelador síntoma para evitar que el sistema colapse, pero el afán hegemónico norteamericano puede provocar una terrible guerra nuclear.

No es exagerado, porque EE.UU. utiliza fuerzas militares de toda índole para aproximarse y controlar territorios cercanos a las fronteras con Rusia, a la que trata de amedrentar también con medidas económicas de castigo por haber recuperado la península de Crimea.

De un manera u otra, tal como apoyo a guerrillas ucranianas fascistas queatacaron a las tropas de liberación soviéticas durante la Segunda guerra Mundial, Estados Unidos ha vuelto a jugar la carta del nazismo, al proteger a ese tipo de elementos tanto en la gobernatura del país, como en la integración de las fuerzas armadas que han llegado a cometer crímenes de lesa humanidad en sus combates contra los independentistas.

Por eso, el complot que derribó al gobierno de ViktorYanukovich y hoy presenta al gobierno genuflexo de Piotr Poroshenko es una pieza importante del entramado imperialista para desestabilizar a Rusia y controlar la región.

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