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Arruinando a Sri Lanka

10 de mayo de 2022

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Demasiadas cosas al mismo tiempo para que sean casuales: la crisis alimentaria y de otros productos de primera necesidad, la presión del Fondo Monetario Internacional para que reestructure su deuda externa y no deje de pagar, las constantes presiones para eliminar a China del desarrollo del plan turístico y la continuación de atentados para exacerbar diferencias religiosas han precedido la renuncia del primer ministro Rahindra Rajapaksa, demandado por miles de manifestantes que le echan la culpa de la actual situación en Sri Lanka.

Rajapaksa, quien ya había sido anteriormente presidente y premier, era considerado un héroe nacional, porque durante su anterior mandato había logrado el fin del conflicto armado entre cingaleses y tamiles, además de haber levantado la economía de la pequeña nación, denominada la Perla del Índico, luego de los destructivos tsunamis de diciembre del 2004.

Ex guerrillero y seguidor en su juventud de las ideas del Che, Rajapaksa siempre habla presentados ribetes de gobernante honesto, que ahora se trata de cuestionar por sus rivales políticos.

Pero lo cierto es que la pequeña nación se halla virtualmente al borde de la hambruna, sin liquidez para comprar alimentos, medicinas y combustibles con los precios en alza, por lo cual suspendió temporalmente el pago de una duda externa ascendente a 51 000 millones de dólares, añadido a la posterior negativa del FMI de ofrecerle un préstamo s no reestructura.

En este contexto, se han realizado atentados contra la estructura turística, con antecedentes en las demoliciones por bombas de tres iglesias católicas y cinco hoteles de lujo en el 2019, por lo cual fueron detenidos 25 supuestos ejecutantes, cuyo juicio aún no termina.

 

PANORAMA

Un flamante aeropuerto internacional sin tráfico, un centro de conferencias inactivo o un puerto cedido a una empresa son algunas de las colosales inversiones que agravaron la deuda exterior de Sri Lanka.

La isla, de 22 millones de habitantes, se endeudó de forma masiva para superar años de déficits presupuestarios y comerciales. Desde hace meses, como mencionamos, la población padece una grave escasez de alimentos, combustibles y medicamentos y culpa al presidente Gota Baya Rajapaksa, familia del ahora ex premier, de esta histórica crisis.

Los enfrentamientos entre partidarios del premier y manifestantes antigubernamentales dejaron una decena de muertos y más de 225 heridos y obligaron a Mahinda Rajapaksa a dimitir de su puesto de primer ministro.

Durante la etapa de este último como presidente (2005-2015), la región de Hambantota se benefició de un torrente de inversiones destinadas a grandes obras de infraestructuras.

Pero lo cierto es que los países occidentales estaban molestos con los lazos de Colombo con Beijing, al tiempo que le echaban la culpa a una débil gobernanza.

China, segundo prestamista bilateral del gobierno, posee al menos el 10% de su deuda exterior, ´por lo cual ofreció más créditos para reembolsar los préstamos existentes.

Ahora, Sri Lanka recurrió al Fondo Monetario Internacional (FMI) –lo que implica medidas coercitivas–, luego de que China hizo cuanto pudo para ayudar al país a evitar el impago y no acudir al leonino FMI.

 

LA CULPA NO ES DE CHINA

Muchas personas consideran que uno de los principales factores desencadenantes de esta crisis es la relación económica de Sri Lanka con China. Estados Unidos llama a este fenómeno “la diplomacia de la trampa de la deuda”. Se trata de que un país o institución acreedora extiende deuda a una nación prestataria para aumentar la influencia política del prestamista: si el prestatario no cumple los plazos, incapaz de devolver el dinero, está a merced del acreedor.

Sin embargo, la deuda con China solo ascendía al 10% de la deuda externa total de Sri Lanka. La mayor parte (un 30%) puede atribuirse a bonos soberanos internacionales. En realidad, Japón representa una proporción mayor de su deuda externa, con un 11%.

Los impagos de los préstamos chinos a Sri Lanka relacionados con las infraestructuras, especialmente la financiación del puerto de Amantita, se citan como factores que contribuyen a la crisis.

Pero estas explicaciones no son suficientes. La construcción del puerto de Amantita fue financiada por el Exima Bank chino. El puerto arrojaba pérdidas, por lo que Sri Lanka lo arrendó durante 99 años al grupo chino Merchants Group, que pagó a Colombo 1 120 millones de dólares en compensación.

Así pues, el fiasco del puerto de Amantita no fue lo que provocó una crisis de la balanza de pagos (cuando salen más dinero o más exportaciones de las que entran), sino que reforzó las reservas de divisas de Sri Lanka en dólares.

 

LA RAZÓN DE LA CRISIS

Cuando obtuvo la independencia de los británicos en 1948, la agricultura de Sri Lanka se basaba fundamentalmente en cultivos orientados a la exportación, como el té, el café, el caucho y las especias. Una gran parte de su Producto Interno Bruto procedía de las divisas obtenidas por la venta de estos cultivos. Ese dinero se utilizaba para importar alimentos esenciales.

Con el paso de los años, el país empezó a exportar también prendas de vestir y a obtener divisas del turismo y las remesas familiares. Cualquier disminución de las exportaciones supondría una crisis económica y amenazaría las reservas de divisas.

Esta es la razón por la que Sri Lanka sufrió diversas crisis de balanza de pagos. A partir de 1965, obtuvo 16 préstamos del FMI, cada uno de los cuales venía con condiciones, entre ellas que una vez que el país lo recibiera debía reducir su déficit presupuestario, mantener una política monetaria estricta, recortar los subsidios gubernamentales a los alimentos para la población y depreciar la moneda (para que las exportaciones fueran más viables).

Pero, normalmente, en periodos de recesión económica, una buena política fiscal dicta que los gobiernos deben gastar más para inyectar estímulos en la economía. Esto resulta imposible con las condiciones del FMI. A pesar de esta situación, los préstamos del Fondo siguieron llegando, y una economía asediada absorbió más y más deuda.

El último préstamo del FMI a Sri Lanka fue en el 2016. El país recibió 1 500 millones de dólares durante tres años, del 2016 al 2019. Las condiciones eran conocidas, y la salud de la economía cayó en picado durante ese periodo. El crecimiento, las inversiones, el ahorro y los ingresos disminuyeron, mientras que la carga de la deuda aumentó.

La ya de por sí mala situación se agravó con dos crisis económicos en el 2019. En primer lugar, en abril se produjo la ya mencionada serie de explosiones de bombas en iglesias y hoteles de lujo en Colombo, que provocaron un fuerte descenso de la llegada de turistas -algunos informes hablan de una caída de hasta el 80%- y se agotaron las reservas de divisas. En segundo lugar, el nuevo gobierno del presidente Gota Baya Rajapaksa recortó irracionalmente los impuestos.

Los tipos del impuesto sobre el valor añadido (similares a los impuestos sobre bienes y servicios de algunos países) se redujeron del 15% al 8%. Se suprimieron otros impuestos indirectos, como el de la construcción de la nación, sobre la renta y las tasas por servicios económicos. Los tipos del impuesto de sociedades se redujeron del 28% al 24%. Con estas reducciones fiscales se perdió alrededor del 2% del Producto Interno Bruto en ingresos.

En marzo del 2020 llegó la pandemia de COVID-19. En abril de 2021, el gobierno de Rajapaksa cometió otro error fatal. Para evitar la fuga de reservas de divisas, se prohibió por completo la importación de fertilizantes. Sri Lanka fue declarada una nación de agricultura 100% ecológica. Esta política, que se canceló en noviembre del 2021, provocó una caída drástica de la producción agrícola y se hizo necesario realizar más importaciones.

Sin embargo, las reservas de divisas siguieron bajo presión. La caída de la productividad del té y del caucho debido a la prohibición de los fertilizantes también provocó una disminución de los ingresos por exportación. Los menores ingresos por exportación suponían menos dinero disponible para importar comida y surgió la escasez de alimentos.

Al haber menor disponibilidad de alimentos y otros artículos al tiempo que se mantiene la demanda, suben los precios de estos bienes. En febrero del 2022, la inflación ascendió al 17,5%.

Con toda probabilidad, Sri Lanka obtendrá un nuevo préstamo del FMI para superar la crisis actual, que vendrá con nuevas condiciones. Se seguirá una política fiscal deflacionaria, que limitará aún más las perspectivas de reactivación económica y agravará los sufrimientos del pueblo de esa nación.

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