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Apuntes sobre un Egipto complicado

19 de agosto de 2013

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Pienso que el hecho de que en Egipto hayan muerto unas 1000 personas en las últimas dos semanas y que otras 3 000 estén heridas, es más que suficiente para que, tanto las autoridades del país árabe como el contexto internacional, hagan lo posible para detener el baño de sangre.
Nada más parecido a una guerra civil ha estallado en un país que se desangra y en el que, aunque Hosni Mubarak no está en el poder, la cúpula militar heredada de aquel gobierno, está provocando una verdadera masacre de civiles que se manifiestan exigiendo el retorno del presidente electo democráticamente Mohamed Morsi.
Según analistas de la BBC, Egipto está ahora en el punto de partida de hace dos años: estado de emergencia y los Hermanos Musulmanes en ciernes de ser ilegalizados.
Los problemas se agudizaron en esa nación de más de 82 millones de habitantes a partir de noviembre de 2012, por la redacción de la nueva Constitución, que fue aprobada por la Asamblea Constituyente.
El entonces presidente, Mohamed Morsi, surgió de las filas de los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista prohibido en el país durante décadas, y se convirtió en el jefe de su brazo político, el Partido Libertad y Justicia. Fue el primer civil e islamista en ocupar la presidencia de Egipto.
Vale recordar lo ocurrido en el 2011, con la caída de Mubarak tras las masivas manifestaciones en la plaza Tahrir, cuando los militares apreciaron que tal sacrificio era la única manera de mantener su estatus y seguir controlando un imperio económico responsable del 40 % del PIB de todo el país.
Luego vinieron las elecciones, donde limpiamente ganó la agrupación de los Hermanos Musulmanes. Entonces, militares y otros sectores que habían perdido poder, encaminaron sus pasos a demonizar a los islamistas y presentarlos como terroristas.
El clima político se fue enrareciendo por día y los partidarios del Islam en el poder no daban solución, mientras la oposición laica estaba dividida en cuanto a su apoyo al ejército.
Un golpe de estado sacó a Mursi del poder y ha sido literalmente secuestrado por los militares. La furia islámica se lanzó a las calles con la esperanza de que sus protestas provocaran la restauración del gobierno.
En medio de ese río revuelto, Estados Unidos aparenta una posición muy ambigua, pero en ningún momento calificó la salida de Mursi como un golpe militar, para no molestar de esa forma a la cúpula militar egipcia, aliada de Washington.
Está claro que Egipto y su ejército siguen siendo aliados claves para Estados Unidos en esa región.
Recordemos el significado estratégico que representa el Canal de Suez, al que la Marina norteamericana tiene acceso expedito para la transportación de naves de guerra hacia los conflictos en Afganistán y otras naciones invadidas o en plena guerra por parte de las tropas estadounidenses.
Aproximadamente una docena de buques de guerra de EE.UU. atraviesa cada mes el Canal, un atajo clave de acceso directo para llegar a Iraq y Afganistán.
Quizás el hecho de que en medio de la tensa situación actual el Canal siga su funcionamiento normal, ayude a la administración Obama a mantener una postura en la que se pueda dar a entender que no se involucra directamente.
Y si algo faltara en los apuntes que sirven de valoración a la actual situación en esa nación norafricana, es su frontera con Israel y el papel jugado por los gobiernos aliados de Washington en El Cairo, que dan cierta tranquilidad, al menos en el papel, para que el conflicto mayor: entre israelíes y palestinos, no incendie la ya frágil región del Medio Oriente.

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