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Apéndice imperial en el Medio Oriente

12 de abril de 2016

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La intensificación de los asentamientos de los colonos israelíes en Cisjordania, el desplazamiento de más familias árabes de Jerusalén y el aumento de la población palestina en las cárceles del sionismo forman pare de un todo que permanece impune, e burla de cualquier intento en contra de la comunidad internacional y fortalece el papel del Estado judío como prolongación directa del imperialismo norteamericano en el Medio Oriente.
Fíjense si este papel no admite objeción que nadie cuestiona el apoyo de Tel Aviv al Estado Islámico (EI), al que su inteligencia si no locreó, ayudó a conformar, además de tratar de escindir a los kurdos para que no llegaran a intervenir en contra de las acciones que pudieran llevar al derrocamiento del gobierno de Bashar al Assad en Siria, el principal representante del antimperialismo y del antisionismo en la región.
Recuerden declaraciones de ex jefes militares israelíes, que cuestionaron el apoyo oficial sionista al EI, al que consideraron de extremadamente peligroso, por su mezcla de mercenarismo y fundamentalismo religioso que se pudiera volver en contra de sus padrinos, afirmaron que era posible de abatir, si se aunaran fuerzas deseosas de hacerlo.
Así ha hecho Siria con el apoyo de Rusia, que ha permitido al ejército de Damasco recuperar importantes territorios, como la ciudad de Palmira (donde ya se reconstruye lo destruido en ese patrimonio de la humanidad), y ahora se dispone a hacerlo con Alepo, posiblemente el más importante bastión que le queda a la entidad terrorista.
Toda la política imperialista en el Medio Oriente se basa en el sostén de Israel, que no es sólo un aliado o socio de Estados Unidos, sino constituye una prolongación directa de la primera potencia en la región. Los colonos que arrebataron Palestina comenzaron a ejercer este papelimperial, cuando se convirtieron en un aparato militar victorioso, con capacidad de acción sobre toda la región.
Los ocupantes sionistas vetaron primero el retorno a su tierra de los pobladores originarios, que escaparon de la guerra perpetrada en 1947-49. Ese despojo fue posible por el clima de reparación internacional hacia los judíos que sucedió al holocausto. Pero la confiscación por éxodo forzado de la población no pudo repetirse en 1967, cuando los habitantes aprendieron la lección de los refugiados y se quedaron en sus hogares. Esa permanencia determinó el comienzo de una resistencia, que Israel ha respondido con mayor anexionismo.
La anexión se implementa con un ropaje de negociaciones de paz que en los papeles promueve la consolidación de dos estados y en los hechos obstruye ese objetivo. El futuro de Jerusalén, los derechos de los refugiados y el fin de los asentamientos quedan fuera de las tratativas, mientras que la implantación de nuevos colonos anula la eventual formación de un estado palestino real.
La expropiación de tierras, el robo del agua, la creación de rutas exclusivas y la erección de muros separando a las ciudades bloquean esa posibilidad. Los “bantustanes” que el apartheid diseñó en Sudáfrica han resucitado. Cisjordania ha quedado convertida en una prisión gigantesca, que obliga a los palestinos a elegir entre la emigración y la supervivencia en cantones aislados.
Israel sostiene esta política de ocupación con atroces campañas militares. Las consecutivas masacres en Gaza incluyen bombardeos a refugios de la ONU, ataques con fósforo blanco y demolición de escuelas, mezquitas y hospitales,bajo el pretexto de eliminar cohetes de fabricación casera, que ni siquiera rasguñaron la fortaleza israelí.
El ocupante mantiene un cerco sobre un millón y medio de personas en Gaza, que sobreviven entre la basura, la oscuridad y las aguas albañales. Como la anexión de este minúsculo territorio superpoblado se tornó inviable, hubo retiro de colonos y reforzamiento del terror.
Este belicismo también socava convicciones de una sociedad que debe escuchar dolorosas comparaciones con el salvajismo de los nazis. En el país se ha institucionalizado la tortura y un despliegue de terrorismo de estado, centrado en asesinatos selectivos de militantes y ataques a flotillas humanitarias de solidaridad con los palestinos.
Esto no es algo nuevo, pero hay que redundar en ello, debido al salvajismo impune impuesto por Israel, ese apéndice del imperialismo en el Medio Oriente.

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