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Años turbulentos

24 de octubre de 2017

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La división de las fuerzas peronistas, la amplia gama de partidos de derecha y centro que luchan por las migajas del poder, el no contar la fuerza obrera con una dirigencia sindical honesta y un poder mediático que se enquista en la mente del argentino simple hicieron posible que la agrupación política Cambiemos cosechara su tercera victoria electoral desde que el entronizador del neoliberalismo Mauricio Macri asumió la presidencia del país.

La falta de un basamento político al que agarrarse hizo que la mayor parte del electorado se viera sin muchas opciones para elegir en las recientes elecciones legislativas, y si acaso el triunfo con una amplia votación –la mayor de un candidato opositor– de la ex presidenta Cristina Fernández como senadora, llevara una especia de bálsamo a esa frente tan adolorida por el desgobierno en que se vive.

Asesinatos de opositores, como Santiago Maldonado, persecución a la etnia mapuche, maltratos a presos políticos, como Milagro Salas y la vuelta a torturas en los calabozos de la gendarmería fueron insuficientes para castigar a un gobierno que desde el inicio de su mandato devaluó el dólar, hizo subir estrepitosamente las tarifas de los indispensables servicios públicos y elevó el desempleo, con la consiguiente pobreza y miseria, además de la pérdida de sus hogares de muchos argentinos.

Se naturaliza el avance de la derecha, mientras se envenena la cultura con política chatarra y discusiones superficiales, indica el especialista argentino Carlos Petroni, quien apunta que “hay un sector del pueblo que no quiere beber de esta agua emponzoñada de la política burguesa. Pero aún no cuenta con las fuentes propias para saciar su sed”.

Fuentes ausentes de liderazgo que ya se vislumbraba desde las elecciones primarias de agosto, donde la derecha y centroderecha se impusieron netamente, y aseguraban a Mauricio Macri y su Cambiemos un triunfo holgado en las de este domingo. La izquierda solo pudo obtener que dos de sus partidos pasaran a los comicios de este octubre, con magros 2,2% y 2,03%, respectivamente. La tendencia centrista, en la que se enrola el kirchnerismo, vio descender su votación del 28% al 18%.

 

Comeback de la derecha

Las encuestas no se equivocaron en las pasadas elecciones presidenciales, y ganó la derecha para volver a gobernar Argentina, después de 12 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.

Era la primera vez, desde 1998, cuando Hugo Chávez fue elegido presidente de Venezuela, que un gobierno progresista de América Latina era derrotado y se interrumpía la construcción de alternativa al neoliberalismo. En elecciones anteriores, como las de Venezuela y de Brasil, los triunfos se dieron por márgenes estrechos, pero en Argentina las tendencias indicaban la probable victoria del candidato de Cristina Kirchner.

Una derrota de esas dimensiones no se debe a un solo factor, tiene que ser resultado de problemas en la gestión del gobierno nacional y de la provincia, de debilidades del candidato escogido, de errores en la campaña electoral, de éxitos en la sistemática campaña de los medios de información en contra del gobierno y del buen desempeño del candidato opositor.

El gobierno de Cristina llegaba a su final con alto nivel de apoyo y, a la vez, alto nivel de rechazo, por el propio estilo de enfrentamiento adoptado por ella, que permitió una gran movilización de la militancia kirchnerista pero, a la vez, provocó altos índices de rechazo en los sectores opositores. El gobierno contaba con significativos avances sociales, sobretodo en comparación con el más grande retroceso social que el país había vivido, en la crisis del 2001/2002. La propia oposición tuvo que reconocerlos, al punto que sus candidatos se han comprometido a mantener los principales programas sociales del gobierno

La reelección de Cristina, en 2011, con el 54% de los votos contra el 22% del principal candidato opositor, consagraba los avances conquistados y el estilo del gobierno. Sin embargo, en los últimos años, esos avances fueron cuestionados especialmente por los efectos de la inflación –del 25% al año– sobre el salario de los trabajadores.

Al mismo tiempo, el control del cambio producía descontentos en sectores de la población, multiplicados por las campañas negativas de los medios de información. La ruptura del gobierno con la principal central sindical dificultó aún más la política de control de los daños de la inflación.

 

Una mala alternativa

El politólogo Emir Sader explica que la definición del candidato del gobierno no desembocó en una buena alternativa. No había un candidato preferido por Cristina, al mismo tiempo que el único que se situaba bien en las encuestas –Daniel Scioli– había tenido roces con el gobierno, y no sería el escogido por Cristina, en caso de que ella tuviera alternativas.

Cristina optó así por Scioli, confiando en su favoritismo en las encuestas, y definió su candidato a la Vicepresidencia. Contaba con obtener una consistente bancada parlamentaria y el probable gobernador de la provincia de Buenos Aires, como presencia política del kirchnerismo.

En la campaña Scioli se reveló un mal candidato y, al mismo tiempo, los resultados electorales en la provincia de Buenos Aires, mostraron que el suyo no fue un buen gobierno. Esto, combinado con la definición de un candidato con mucho rechazo para sucederlo, llevó a la pérdida de la dirección de la provincia, principal bastión del peronismo.

El gobierno contaba también con las dificultades de la oposición. Esta vez el principal adversario no era el radicalismo, pero se dividía entre un disidente del gobierno – Sergio Massa – y un opositor frontal – Mauricio Macri. Massa aparecía como el candidato más peligroso para el gobierno, porque podría contar con los votos peronistas y antiperonistas. En ese sentido, Macri aparecía como un candidato teóricamente con menor competitividad, por ser frontalmente antiperonista.

Este extenso relato era necesario para conocer los problemas actuales, de como se le facilitó la llegada de Mauricio Macri a un poder en el que cuenta con toda la fuerza de la oligarquía nacional y los monopolios internacionales, y que le han llevado a endeudar hasta la médula a una Argentina que ve ahora muchos dólares baratos a mano, pero que le costará muy caro en el futuro a los de clase media y hasta alta, porque la baja ya está siendo castigada.

Cristina se propone tomar el batón otra ve, y desde su puesto de senadora ya habla de alianzas, de recomposición de la unidad peronista y otras fuerzas progresistas, aunque debe darle al pueblo, envenenado por los medios de comunicación, una esperanza cierta de mejora de su actual situación frente a la política neoliberal de Mauricio Macri, su Cambiemos y el imperialismo, uno solo en estos años de turbulencia en Argentina.

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