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Ambigüedad imperial

7 de abril de 2017

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Mientras el presidente norteamericano, Donald Trump, acusa a Rusia de “boicotear la disposición de Estados Unidos, a luchar contra el terrorismo”, se desnuda una vez más la hipocresía de una política ambigua (¿o la ambigüedad de una política hipócrita?) que no se decide a mantener una posición consecuente contra un terrorismo que ayudó a crear y se convierte cada vez más en una amenaza incluso para quien llegó a regentearlo y sus aliados, menos a Israel, por el momento.
La duda, pienso, estriba en que el terror es un arma fundamental contra las repúblicas que aún integran la Federación Rusa, por lo que colaborando a que se mantenga con vida, con avituallamiento, logística y armas incluidas- especialmente las químicas- Estados Unidos puede crear una fuerte escisión en la zona, la cual es complementada con su posición cada vez más agresiva en los territorios fronterizos y no tan lejos de Rusia.
En su campaña electoral y en los días posteriores a su elección presidencial, Trump jugó la carta de acercarse a Rusia, desdeñar la política anterior de mantener una guerra fría que parecía olvidada, pero que nunca cesó, e incluso recibió acusaciones de aliarse a Moscú, de haber aceptadoel apoyo de hackers rusos para ganar los comicios y hasta de mantener una “luna de miel” con Putin.
Como todos seguramente conocemos, la prensa norteamericana es muy poco seria, introduce las mentiras en las verdades y solo tiene objetividad, cuando es para aprovecharse de situaciones en las que los intereses partidistas y de facciones son de ´primer orden.
Rusia ha expresado abiertamente que desea el apoyo de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, que Washington es vital para hacerlo desaparecer, por lo cual es lógico que su colaboración, controlada y bien encaminada, daría resultados positivos a quienes lo combaten y, en general, a los pueblos, permanentemente amenazados.
Desde el principio de su intervención, Estados Unidos, bajo el hipócrita manto de estar dirigiendo una variada coalición, ha instado al ejército sirio a frenar sus operaciones y se ha quejado de la intensificación de los bombardeos aéreos rusos, incluso cuando se han determinado treguas para la evacuación de civiles, violadas por los opositores para tomar rehenes, rearmarse y fortalecer posiciones.
“No podemos describirlo de otro modo, sino como un apoyo ‘de facto’ a los terroristas por la actual Administración estadounidense”, ha subrayado la Cancillería moscovita, en tanto el presidente Vladimir Putin instó a Obama a decidirse, “si está contra los terroristas o contra Rusia”, recordó el portal amigo Cubasí.
Pero todo se diluye, y hasta Moscú recibe la acusación de mantener en secreto que Siria mantiene aún armas químicas y las acaba de utilizar, cuando hay pruebas fehacientes de que ellas fueron trasladadas desde el este de Turquía hasta el norte sirio y utilizadas contra la población civil.
Por eso, Moscú respondió con lo que creía es mucho más correcto y frena los ímpetus guerreristas que aún predominan en el establishment industrial-militar que controla a Estados Unidos:
Más y más aviones y personal militar de ayuda al ejército sirio, la intensificación del desminado de los territorios que fueron ocupados por el Estado Islámico y el derribo de aviones y algo más de un Israel que siempre apoyó al Daesh, el cual siempre encontró refugio seguro en el territorio árabe ocupado por los sionistas.

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