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Algo se mueve en el medio oriente

4 de octubre de 2021

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Los recientes acercamientos y reconocimientos de Egipto y Jordania –ambos estrechamente vinculados a Estados Unidos y a Arabia Saudita– con relación a Siria, que incluyen el restablecimiento de la cooperación energética y la reapertura de fronteras en el caso jordano,  indican que algo se mueve en el Medio Oriente.  Al menos, esa es la opinión de observadores y medios calificados y especialistas en la complicada región, siempre dispuesta a sorprendernos por los constantes realineamientos de sus protagonistas.

Se habla, incluso, de que las condiciones están dándose para una posible reincorporación de Siria a la Liga Árabe, de donde fue expulsada a inicios del conflicto armado interno con apoyo exterior, degenerado en una cruel guerra que dura ya casi diez años y destruyó buena parte de la infraestructura y las riquezas de un país que era hasta entonces relativamente próspero y estable y principal muro de contención al expansionismo sionista israelí en esa zona.

Los triunfos militares del Ejército Árabe Sirio y la aguda crisis económica y política del vecino Líbano parecen haber creado finalmente las condiciones propicias para tales movimientos conciliatorios, una vez convencidos sus adversarios de que la posición del gobierno sirio de Bachir el Asad es sólida y firme, con notable apoyo popular consolidado en las recientes elecciones y que no hay posibilidad alguna a estas alturas de cambiar por la violencia esa situación. Por otro lado, sus relaciones y alianzas con Irán y Rusia no solo se mantienen sino que se desarrollan, así como con China.

Recordemos que Siria fue históricamente la vía intermedia a través de la cual llegaban hasta el Líbano los importantes abastecimientos energéticos –gas, electricidad y petróleo– procedentes de Egipto y Jordania a través de extensos gasoductos y cadenas de transmisión que fueron interrumpidos y muchos de ellos destruidos en medio de la guerra de agresión contra Siria.

Esta larga interrupción ha contribuido a precipitar –a lo largo de tantos años– la grave crisis económica libanesa y su derrumbe político, que ahora tratan de evitar los mismos que la provocaron en su afán por destruir a Siria.  Pero resulta que sin la participación clave de Siria no hay solución para la crisis libanesa, un país que –por otra parte– no han logrado arrastrar a la guerra de agresión anti Siria y ha hecho esfuerzos por mantener su neutralidad, pagando por ello un alto precio.

La situación del Medio Oriente –tras la huida del ocupante yanqui del destruido Afganistán– no puede evitar un realineamiento de las fuerzas y los factores presentes e influyentes en la región.  Entre ellos, un elemento central y decisivo lo constituye el fin de la guerra de agresión contra Siria, cuyo pueblo, ejército y gobierno resistieron heroicamente hasta recuperar más del 90 por ciento de su territorio y las más importantes localidades, mediante victorias militares resonantes contra los mercenarios, las bandas terroristas, los separatistas y los ejércitos extranjeros que, en algún momento, se aliaron para desintegrar y destruir al país.

Hoy el ejército intervencionista yanqui sigue robando el petróleo y las cosechas sirias. Sin embargo, todo indica que Siria se acerca, poco a poco, con lucidez, inteligencia y mucho sacrificio, al momento de la recuperación total de su soberanía y el fin de la ocupación extranjera.  Hay que seguir observando de cerca esta situación.

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